miércoles, 29 de agosto de 2012

El Segundo Imperio – Erika Pani


Cuando supe de este libro lo primero que pensé fue que se trataba de un ensayo sobre la historia del Segundo Imperio, pero al ver su número de páginas comprendí que no podía ser tanto. En realidad es un sintetizado análisis sobre las diferentes perspectivas desde donde fue y es visto el Segundo Imperio
Aun así el libro no me decepcionó en absoluto. Es un trabajo profesional en todos los aspectos, con bibliografía para escribir fácilmente diez volúmenes de historia. Una curiosidad del libro es que de ensayo son poco más de cien páginas y de bibliografía tantas como cincuenta. Toda una garantía de que la autora sabe bien de qué habla.
Después de la mañana del 19 de junio de 1867 apareció la necesidad de escribir apresuradamente nuevos capítulos de la historia de México. Es cierto que ya había obras sobre el Imperio desde antes que éste terminara, pero con el epilogo de aquel día se hizo imprescindible, en todos los bandos, dar razones del porqué del final.
Los conservadores y los franceses tenían que explicar por qué habían dejando morir a Maximiliano, mientras que los juaristas tenían que explicar por qué lo habían matado. Los involucrados en el suceso se veían en la necesidad de dar sus razones de por qué habían actuado como lo habían hecho, además de que no querían desaprovechar la oportunidad de publicar un libro que en ese entonces podía venderse mejor que el pan caliente.
Después del Cerro de las Campanas se siguió escribiendo la historia desde perspectivas trazadas por ideologías, costumbre que en algunos aspectos perdura hasta nuestros días. Aunque es de agradecer que muchos autores mexicanos ya se quitaron la bandera juarista y maximilianista, tan indispensable para hablar de ambos personajes en otros tiempos.
Erika Pani se mete en esos libros, en los que se escribieron desde el período del Imperio y poco y mucho después. Analiza, de manera breve pero muy clara, las diferentes perspectivas desde las que ha sido visto el suceso más atractivo, que no precisamente el más importante, de la historia de México.
Este libro de poco serviría para quien quiera aprender del Segundo Imperio, pero sí serviría mucho para el que busque la manera de aprender a estudiarlo. Para los amantes de ese fragmento de la historia mexicana, es una obra imprescindible que puede resultarles el mejor de los guías.

martes, 28 de agosto de 2012

Arrebatos carnales – Francisco Martín Moreno


Probablemente en el año 2020 Francisco Martín Moreno estará publicando Arrebatos carnales XXXIV, a juzgar porque la formula le ha salido a la perfección con estas novelas medio eróticas que tienen como protagonistas a los que también fueron protagonistas de la historia de México.
Yo probé con el primer libro,  en el 2010, cuando llevaba un año circulando con una propaganda abrumadora. Sabía lo que iba a encontrarme entre sus páginas, no esperaba gran cosa del autor porque ya antes había leído algo de su producción literaria…, si es que podemos llamarla así.
No terminé el libro. Haría falta mucho valor y demasiado tiempo de sobra para tamaña odisea. Lo tengo en un rinconcito escondido de mi biblioteca, junto con El código Da Vinco. No quiero que algún día un amigo vea que los compré. Seré el hazmerreír de mi entorno.
Sólo leí el primer capitulo, el que corresponde a Maximiliano y Carlota. Eso sí, lo leí completo (aplausos). Con eso bastó para que me preguntara cómo es posible que esa cosa disfrazada de libro sea un superventas. No sólo es pésima en cuanto a calidad literaria se refiere, también está llena de errores históricos, cuando el autor, siempre que da una entrevista, alardea de lo bien que se documenta antes de escribir uno de sus novelones.
La bibliografía que ofrece, sobre el capitulo en cuestión, no es nada del otro mundo. En su mayoría se trata de libros conocidísimos. Y uno se pregunta, ¿de dónde sacó el autor esos secretos detalles que lo llevan a hacer tamañas especulaciones?
Algo en el libro me llevó a no querer considerar a Francisco Martín Moreno ni siquiera como un serio investigador de la historia. Cita una carta dejada a Maximiliano por Napoleón II en la que le revela que es su padre. Cualquier estudioso de la historia con leer ese documento sabría que es más falso que las elecciones del 88…, con perdón de las pasadas. Lo escrito en la carta no coincide en absoluto con la mentalidad de una persona que vivió a principios del siglo XIX. Es hasta ridícula. Si Francisco Martín Moreno realmente es un estudioso de la historia de ese siglo debió de darse cuenta en cuanto leyó las primeras líneas.
En fin, ya no abundaré más; sólo diré que si hay un libro sobre la historia de México que no recomendaría ni a Robinson Crusoe antes de conocer a Viernes es éste.

lunes, 27 de agosto de 2012

La Navidad en las montañas – Ignacio Manuel Altamirano


Hay obras que no necesitan tener un entramado, retorcido, doblado y desdoblado argumento, lleno de malos y no tan malos, de buenos y no tan buenos, para acaparar la atención de los lectores, para recibir buenas criticas literarias y para conseguir aún más: ser clásicos de la literatura en el país donde fueron publicadas o incluso traspasar fronteras.
Y un libro que cumple precisamente con todo lo anterior es La Navidad en las montañas, novela escrita por Ignacio Manuel Altamirano, todo un clásico de la literatura mexicana del siglo XIX que no se quedó allí, todavía su autor, fallecido en 1893, escribió un prologo en el que hablaba de una sexta edición en francés.
Parece mentira que una obra que brilla por su sencillez argumental haya alcanzado tantos logros. Es bien cierto que la fama -porque era un escritor de gran reputación- de Altamirano influyó para que tanto la crítica como los lectores situaran en un pedestal a su novela. Pero hay algo más, La Navidad en las montañas transmite cierta nostalgia por el lugar donde se desarrolla, un pueblo perdido donde hace falta bien poco para ser feliz, donde la hermandad entre los habitantes es tan sólida como una roca, donde también se disfruta de una religión católica libre de vicios, como si Roma y todo lo que significa no existiera.
El narrador de la novela es un capitán del ejército del periodo Reforma-Imperio que un 24 de diciembre cabalga con su criado buscando un pueblo donde descasar y saciar el hambre. Se encuentra con un cura español que en un principio le causa desconfianza, la misma que supera en cuanto empiezan a conversar.
El cura lleva al capital a su pueblo, a pasar allí la Noche Buena. El cansado militar se queda perplejo al contemplar aquella Navidad en las montañas. El pueblo es un lugar lleno de bondad y solidaridad, no existe allí ningún fanatismo religioso, ni santería que, con la venia del cura, sustituya disimuladamente a la religión. 
Conforme van pasando las horas, el capital, acompañado del cura, va recorriendo el pueblo y el ritual que para aquellos pobres lugareños significa el nacimiento de Jesús. El capital se conmueve y el lector también ante una Navidad en la que abundan la austeridad así como el amor y la fe.
Yo recomiendo leer este sencillo pero muy significativo libro en el mes de diciembre, porque es cuando más conmovido puede quedar uno como lector. Ya que carece de una apasionante historia, lo rescatable de la novela son las reflexiones que nos invita a hacer, las cuales, a pesar de tratarse de un libro “viejo”, para nada son anacrónicas.

viernes, 24 de agosto de 2012

Los belgas de Carlota. La expedición belga al imperio de Maximiliano – Ángela Moyano Pahissa


De la presencia de aproximadamente 7.000 soldados austriacos -en realidad también polacos, húngaros, italianos, checos y de otras nacionalidades del imperio de los Habsburgo- en México durante el Segundo Imperio se ha escrito mucho. Se les ha dado siempre importancia por sus hazañas militares y su lealtad a su emperador. Ya hablé en este blog del brillante libro que es el diario del príncipe Carl Khevenhüller, traducido al español desde los 80s, por mencionar una de las obras que circulan por allí. Pero desde muy atrás ya se leía en México literatura escrita en alemán sobre el Imperio. Las memorias de Samuel Basch, el médico de cabecera de Maximiliano hacia el final de su vida, fueron publicadas en México pocos años después  del epilogo del Cerro de las Campanas. Es cierto que obras muy importantes permanecen inéditas en español y por consecuencia desconocidas en México, pero los voluntarios austriacos no han sido del todo ignorados.
No se puede decir lo mismo del cuerpo de voluntarios belgas. Que yo sepa, no ha habido siquiera una edición en español  de las memorias de su comandante, el barón Alfred van der Smissen, a pesar de que ya pasó más de un siglo de su muerte y cualquier editor ya no estaría obligado a firmar un contrato con nadie, simplemente a encargar una traducción del libro y publicarlo. Quizás por su reducido número y su modesta participación en la guerra, los belgas han quedado relegados a pequeños párrafos en la historiografía oficial y no oficial.
Ya hacía falta un libro que se ocupara no de los franceses, de los austriacos y en tercer lugar de ellos, sino exclusivamente de ellos. La labor la realizó la historiadora Ángela Moyano Pahissa. Lamentablemente nos ha quedado a deber. Su libro Los belgas de Carlota es un breve ensayito que no alcanza a dejar un buen sabor de boca, precisamente por su brevedad.
El libro parte de los diarios de oficiales belgas durante su estancia en México. Conocemos aquí su visión -muy similar a la de los austriacos-, sobre los indios, sobre México, sus paisajes, sus caminos y demás cosas que los impresionaron en algunos casos y los decepcionaron en otros. También se revelan sus ambiciones. Con el pretexto de viajar a México para cuidar a su princesa, pretendían alcanzar altos grados militares peleando contra los improvisados soldados republicanos.
Es este pequeño libro un buen intento por documentar a los lectores sobre la estancia de los voluntarios belgas en México, pero a mí particularmente me hubiera gustado que fuera más amplio. Tomando en cuenta que la autora tuvo a su disposición para conformar su bibliografía quince diarios y memorias de excombatientes, lo justo habría sido una obra más completa. Otros puntos en contra del libro son algunos errores que me encontré, más en la redacción que históricos, pero nada para alarmarse.
Ojalá no tarden en salir a la luz en lengua española más libros sobre los voluntarios belgas. El tema ha sido relegado muchos años y es ampliamente desconocido. Pero sin duda más desconocidos aún son los egipcios que acompañaron a los franceses. ¿Qué pensaban de México y de aquella guerra?, ¿cuáles eran sus motivos, si es que ellos habían elegido venir? Interesantes preguntas que continúan sin respuesta y que nadie sabe si algún día la tendrán debido a que probablemente ninguno de los sobrevivientes de aquellos 500 egipcios sabía leer, y si alguno sabía tal vez no pensó nunca en escribir sus memorias.

jueves, 23 de agosto de 2012

Santa Anna: el dictador resplandeciente – Rafael F. Muñoz


Ésta es la mejor biografía que existe de Santa Anna. No es la más completa, debo decirlo, pero es, y con mucho, la mejor escrita. Se la debemos al escritor chihuahuense Rafael F. Muñoz, quien la publicó en 1938. Desde entonces, como uno de esos libros clásicos de la historiad de México, ha estado presente creo de manera regular en las librerías y aparece comúnmente en la bibliografía de los más recientes biógrafos de Santa Anna.
Aunque nos legó esta gran biografía, Muñoz no demostró en su obra ser un experto en la historia de México del siglo XIX. Tal vez lo sedujeron más la revolución y Villa, porque ahí, en ese período y en ese hombre, centró la gran mayoría de su producción literaria. Santa Anna: el dictador resplandeciente es un paréntesis dentro de su obra, pero no por eso deja de ser el mejor libro que existe para acercarse a aquel hombre que amó mucho a su país, pero que lo destrozó porque se amó más a sí mismo, como casi cualquier hombre. 
¿Alguna vez alguien se imaginó una biografía de Santa Anna, del protagonista de las más grandes desgracias de México en sus primeros cuarenta años como país independiente, que fuera divertida? Pues ésta lo es. El estilo totalmente desenfadado de Muñoz, en una época temprana, cuando los escritores mexicanos aún no se desprendían del todo del formalismo literario que venían arrastrando, nos lleva a adentrarnos en la biografía del César mexicano sin rencores, fuera del papel de jueces omnipotentes, a pesar de que en la niñez en la escuela nos enseñaron a odiarlo, método éste que busca cargar sobre un solo hombre los fracasos de todo un país.
Muñoz biografió a Santa Anna tratándolo como a un simple personaje histórico, como si hubiera biografiado a Marco Antonio o a Aníbal, quitándose de encima esa herida que no sana nunca, que el sistema educativo mexicano transmite a cada niño como si fuera un estigma hereditario, pretendiendo que la lleve por toda la vida.
En esa época, cuando tenía pocos años de terminada la revolución y la omnipotencia del Estado pesada en todo lo escrito, era común que sobre unos pocos personajes recayera el peso de los fracasos del país. Santa Anna, Miramón, Porfirio Díaz y otros eran los chivos expiatorios a los cuales se podía culpar de los defectos de una cultura que se ha negado a cambiar porque sencillamente así son las culturas, inmutables aunque pasen siglos. Pero todos esos prejuicios y odios algunas veces legalizados, no influyeron sobre Muñoz a la hora de escribir este excelente ensayo.
En Santa Anna: el dictador resplandeciente conocemos de manera parcial no a un monstruo lleno de maldad que se empeñaba en aplastar a sus compatriotas, sino a un mexicano como hay tantos, sobre el que otros depositaron grandes responsabilidades porque tenían miedo de hacerse cargo ellos.
A pesar de que era un mal militar, de que tenía el egoísmo y el rencor como sus vicios menores, y de que probablemente -detalles nunca aclarados- fue un traidor, Santa Anna estuvo, mientras pudo, en las batallas más difíciles que enfrentó México en aquellos tiempos. Cuando ya no tenía fuerzas ni buena vista todavía quería ir a los campos de batalla. Eso no lo hace un cobarde. Santa Anna era más valiente que muchos de sus contemporáneos y muchos de sus sucesores. ¿Dónde estaba el gran Villa, por ejemplo, cuando fue invadido el puerto de Veracruz? Si algo sabemos de Santa Anna es que habría ido incluso solo y arrastrando su pata de palo.
Hacen falta buenos libros para conocer al verdadero Santa Anna, y éste es uno de ellos, bien escrito, imparcial y también muy divertido. Lo recomiendo ampliamente.

martes, 21 de agosto de 2012

Siglo de caudillos – Enrique Krauze


A millones de mexicanos, desde hace cercas de un año, el titulo de este libro les dice algo. Sí, es el mismo que quiso nombrar Peña Nieto y del que nunca se acordó. Le escribió, en eso sí acertó Peña, Enrique Krauze, uno de los mejores escritores mexicanos de la actualidad, no sólo por el buen dominio de la historia de México que tiene, sino por su elegante y bien cuidada prosa, además de que escribe de historia sin que su ideología -que como todo hombre debe de tener una- le dicte párrafos y le haga correcciones, o, peor aún, lo obligue a mentir. Se dice fácil, pero muchos historiadores viven atados a su ideología y mienten tanto como quieren para no traicionarla.
En fin, pasando a Siglo de caudillos, por principio de cuentas, debo de decir que es un gran libro. Todo un logro intelectual de Krauze y no actual, en realidad lo publicó en la década de los 90s. ¿De qué trata el libro? Krauze recurre a monografías de aquéllos que fueron dueños de México en el siglo XIX. Su muy cuidada prosa y su criterio amplio repasan uno por uno -más que sus aspectos biográficos sus motivos ideológicos- a personajes como Hidalgo, Morelos, Santa Anna, Mora, Almán, sin dejar a un lado al propio Juárez.
Y así, siguiendo los pasos de sus hombres, o de sus caudillos, Krauze nos ofrece una excelente biografía del México del siglo XIX, de ese México que se consumió solo, que destruyó lo que tenía bien hecho e hizo cosas de la peor manera, de un país que partía con el pasado pretendiendo reconstruirse sin tener las herramientas que necesitaba para hacerlo.
Me gusta mucho la obra de Krauze porque, como recomendó alguna vez el gran maestro Octavio Paz, no nos lleva a odiar a esos caudillos que tanto se esmeraron en destruir su propio país, trata, por el contrario, de encaminarnos a entenderlos y aceptarlos tal como fueron -cosa que casi nadie quiere hacer a pesar de que nunca cambiarán-.
La tarea desde luego no es sencilla, pero le hace falta a la historia de México, y todavía más al México de hoy, que por no aceptarse y no buscar corregir sus errores se está cayendo a pedazos. No todo está en la historia, pero aceptar que las primeras piedras de México las pusieron caudillos llenos de defectos nos ayudará mucho.

lunes, 20 de agosto de 2012

La intervención francesa en México 1861-1867 – A. Belenki


Sobre el ruso A. Belenki en México no se sabe absolutamente nada. Se ignora cuándo nació, su formación académica y su trayectoria como escritor, datos muy generales pero necesarios a veces para satisfacer la curiosidad de los lectores.
Su ensayo La intervención francesa en México 1861-1867 se publicó en español  desde los noventas y no es precisamente un libro anónimo. Me lo he hallado formando parte de la bibliografía de otros libros. ¿Por qué si muchos mexicanos han escrito bastante sobre el tema viene a cobrar celebridad un ruso?, ¿malinchismo?, ¿o acaso el ensayo es muy bueno? Ninguna de las dos cosas, en realidad.
El libro de A. Belenki se lee quizás más que otros porque es la visión de allá, y los ensayos de mexicanos siempre han sido escritos con la visión de acá. El ruso se sirvió de una bibliografía muy diferente a la que han usado hasta el hartazgo los escritores mexicanos. Consultó los diarios y los ensayos en otros idiomas que permanecen en Europa casi desconocidos para los historiadores de México. De ahí que su libro tiene datos muy interesantes, desconocidos para muchos y que lógicamente despiertan más el interés en los lectores.
Si algo podemos saber claramente de A. Belenki es que como buen ruso del siglo pasado, era, o es -si sigue vivo-, comunista. Para él México fue víctima del imperialismo de las potencias europeas con la complicidad de los Estados Unidos. No había de otra desde su punto de vista, la lucha del pueblo mexicano fue la del proletariado que se levantó no contra una forma de gobierno distinta a la republicana sino contra el hambre imperialista de Napoleón III.
Por esa razón, este ruso se sintió plenamente identificado con el pueblo mexicano, que se quitó, según él, las cadenas de la esclavitud que Napoleón le mandó poner para explotarlo hasta extraerle todas sus riquezas.
Muchos dirían que no vale la pena un ensayo así, terriblemente delineado por parámetros ideológicos, escrito quizás a la carta, sobre pedido o bajo presiones de Estado, pero tratándose de un libro que recoge lo que historiadores mexicanos nunca han ido a traducir y a traer, vale la pena sencillamente para saber cómo se veía en Europa la expedición francesa en México. Es, a mi juicio, un libro demasiado interesante.

domingo, 19 de agosto de 2012

Con Maximiliano en México. Del diario del príncipe Carl Khevenhüller 1864-1867 – Brigitte Hamann


Este libro es de una belleza histórica y literaria extraordinarias. Se trata, como el titulo lo indica, del diario de guerra del príncipe Carl Khevenhüller, un joven aristócrata austriaco que formó parte de la expedición compuesta por 7.000 efectivos que envió a México el emperador Francisco José I para que protegieran a su hermano menor.
Khevenhüller pertenecía a una muy antigua familia leal a los Habsburgo desde hacía siglos. Algunos de sus antepasados ya habían conseguido fama como estadistas, eclesiásticos o militares. Él, pese a la tradición familiar, no viajó a México por lealtad a Maximiliano -aunque después se revelaría como el más fiel de sus soldados-, lo hizo sencillamente para escapar de sus acreedores.
Siendo muy joven, a sus veintitrés años, contrajo una deuda que su muy noble familia no podía pagar. Para no estorbar a su padre mientras negociaba, decidió embarcarse a México, aprovechando que el emperador de Austria estaba por enviarle una poderosa escolta a su hermano.
Llegó medio año después que Maximiliano, y rápidamente, debido a que los austriacos fueron puestos bajo órdenes francesas, fue destinado a los campos de batalla. El joven Khevenhüller se distinguió por su gran valor y por demostrar una lealtad a toda prueba al emperador. Estaba dispuesto a morir por la gloria de su Káiser Max, y según algunos cronistas de la época, no exageró en su diario, realmente era un hombre muy valiente, tanto que el propio Porfirio Díaz llegó a admirarlo y a entablar amistad con él.
Criticó duramente a los criollos mexicanos, a los que veía inmorales y ambiciosos, pero se quedó sorprendido e hizo énfasis varias veces en su diario sobre el valor y la lealtad de los indios. Llegó a escribir que un indio valía mil veces más que un criollo. Pese a eso odió profundamente a Juárez, básicamente por haber matado a su querido Káiser Max.
También criticó a Maximiliano. Sentía por él una veneración que rayaba en lo divino, pero creía que para tener éxito en México tenía que ser una especie de tirano, característica que estaba muy lejos de formar parte de la personalidad del emperador.
A finales de 1866 las relaciones entre Napoleón III y Maximiliano se rompieron definitivamente. Entonces los franceses, para acabar de desgraciar a Maximiliano por no obedecer a Napoleón, ofrecieron a lo que quedaba de la legión austro-belga un boleto gratuito de regreso a Europa. Muchos austriacos lo aceptaron, a los que Khevenhüller consideró traidores por abandonar al emperador.
Cuando Maximiliano partió hacia Querétaro, le ordenó a Khevenhüller que se quedara cuidando la ciudad de México. El joven aristócrata se echó a llorar para que lo llevara con él, pero el emperador no cambió de opinión. Aun así lo obedeció con absoluta lealtad. Cuando Leonardo Márquez llegó a la capital, proveniente de Querétaro y con el titulo de lugarteniente del Imperio, Khevenhüller se sometió ciegamente a él, porque era el enviado de su emperador, pero eso no evitó que lo criticara por su torpeza en el campo de batalla.
Después de ir con Márquez a Puebla en una expedición estéril, combatió para defender la ciudad de México de Porfirio Díaz, destacando por su gran valor. Pero cuando llegó la noticia de que Maximiliano había sido fusilado en Querétaro, se le reveló a Márquez y buscó un acuerdo con los republicanos para poder regresar a su país. No fue a Querétaro a despedirse de su querido Káiser Max como deseaba. Básicamente porque la ciudad estaba llena de republicanos que no se habrían andado con niñerías para enviarlo al otro mundo. Cuando éstos llegaron a la ciudad de México, le fueron muy hostiles y se vio en la necesidad de matar a un coronel en un duelo a espada.
En el terreno del amor sus logros fueron más amplios todavía que en el militar. Las jóvenes mexicanas lo encontraron muy guapo y muchas se enamoraron de él. Él también se enamoró perdidamente de una mexicana, que era casada, pero aun así le hizo un hijo.
El diario del príncipe Carl Khevenhüller es uno de los más extraordinarios libros de cuantos surgieron como consecuencia del Segundo Imperio. No me atrevo a decir que es el mejor porque casi todos los soldados que podían escribieron el suyo y muchos permanecen inéditos o simplemente no se han traducido al español y en México no se sabe de su existencia. Ojalá que con el tiempo vayamos descubriendo más textos como éste, que existen desde hace siglo y medio y que aún son un enigma en lengua española, donde más falta hacen.

sábado, 18 de agosto de 2012

Por Querétaro hacia la eternidad, el general Miguel Miramón en el Segundo Imperio – Carlos González Montesinos



La ventaja que tiene un escritor cuando edita su libro sin el amparo de una editorial es que puede hacerlo como guste. Nadie le dirá que lo haga más grande o más chico, que quite o ponga cosas, que modifique capítulos, los implemente o los suprima. El resultado sin la colaboración de expertos puede ser muy malo, pero también se dan casos en que es muy bueno. Todo está en el empeño y dedicación, y también en el talento, del escritor.
El preámbulo anterior viene al caso por el libro Por Querétaro hacia la eternidad, el general Miguel Miramón en el Segundo Imperio, del autor Carlos González Montesinos. Se trata un libro autoeditado que me ha parecido una rareza por la manera en que está escrito, con una completa mezcla de métodos, saltos en el tiempo y demás cosas que lo hacen único, sin que eso signifique que se sea  una lectura recomendable o imprescindible. Pero vamos por partes.
El libro es una extraña biografía del general Miguel Miramón, aquel brillante estratega conservador que cobró gran fama en el período de la Reforma y que se unió a Maximiliano porque no tenía más opciones, muriendo junto con él en el Cerro de las Campanas. No empieza en su infancia, sino cuando Miramón ya era un respetado general, némesis de Juárez y sus improvisados generales. Pero el autor tampoco profundiza mucho en este período. Salta en el tiempo, de la Reforma al Imperio y viceversa, con una extraña mezcla de sucesos que aun así se pueden entender bien.
Se trata de un libro amplio, con un formato poco común, escrito de manera algo rara, aunque también anacrónica, y con una pizca de originalidad. Tiene algunos períodos muy bien detallados, como el sitio de Querétaro y la prisión y muerte del Maximiliano y sus dos generales. La bibliografía es muy abundante, y no está citada de la forma común, pero algunas fuentes sobran y parecen evidentemente fuera de lugar.
Lo peor del libro son sin duda la enorme cantidad de errores que tiene. Las erratas se hallan por todas partes y las hay de todo tipo. Desde el principio, no del ensayo, sino del libro en general. Por poner un ejemplo, el titulo en la tapa es uno, pero en el lomo es otro. En suma, le faltó al libro una exhaustiva revisión que habría hecho mucho por su presentación.
Aun con todo lo anterior me gustó. No abundan las biografías del general Miguel Miramón y ésta merece la pena tenerla. Ofrece información muy interesante y bien analizada por el autor con total imparcialidad. Porque si algo puede verse con claridad es que González Montesinos al escribir el libro no estaba a favor de ninguno de los personajes que participaron en ese período tan cruel de la historia de México, como fue el de la Reforma-Imperio. Los trata a todos por igual. Si bien es cierto que muestra una enorme admiración por Miramón, su obra está lejos de ser una hagiográfica. Es objetivo, tanto como puede, con Miramón, con Maximiliano y hasta con Juárez, y eso, la objetividad, es fundamental para concederle credibilidad a un historiador.

viernes, 17 de agosto de 2012

Maximiliano y Justo Armas, ¿el mismo hombre?


En los últimos años ha aparecido una mentira histórica que algunos ya confunden por verdad. Se trata de un presunto indulto del presidente mexicanos Benito Juárez a favor de Maximiliano de Habsburgo. Ya sabemos que mitos históricos sobran. Se duda, incluso, de la muerte de Hitler en Berlín y si en Bolivia no le hubieran cortado las manos al Che Guevara para probar que estaba bien muerto, no faltaría quien lo viera en el monte dirigiendo una guerrilla. En el caso de Maximiliano, la teoría del supuesto indulto se cae por todos lados. Empezando porque el enfermizo emperador habría muerto, de ser cierto lo del indulto, de 104 años. Pero sin necesidad de repasar los libros de historia letra por letra para encontrar pistas que nos lleven a una verdad, con unas cuantas imágenes se puede ver que esa ya muy famosa y para algunos sólida teoría es falsa.
Según el dueño de la teoría, un salvadoreño llamado Rolando Deneke, Maximiliano escapó a El Salvador y vivió allí hasta su muerte en 1936 con el nombre falso de Justo Armas. Sin necesidad de hacer un análisis a conciencia, únicamente véase la nariz de cada uno de los personajes, lo diferentes que son. Cualquiera diría que la nariz cambia mucho con los años, que es natural la diferencia, pero no es así.
Allí está el exdictador cubano Fidel Castro. ¿Se ve una diferencia enorme en su nariz como en el caso de Justo Armas y Maximiliano? No. La nariz es idéntica, sólo que ha envejecido.
¿Qué diferencia existe entre la nariz de Bush cuando era joven y como la tiene actualmente? Ninguna, según se ve.
En el caso de Clinton, pasa igual, su nariz es completamente idéntica, no cambia con los años.
Ahora veamos a McCain, de igual forma, aunque ha envejecido mucho, su nariz es casi igual.
Franklin Roosevelt tenía de joven una nariz muy similar a la de Maximiliano, delgada y alargada. Con el paso de los años no experimentó casi ningún cambio, la nariz del viejo presidente Roosevelt siguió igual, sólo envejecida.
Edward Kennedy, ¿en qué cambió su nariz? No tiene ningún cambio, excepto la vejez.
La última. Este personaje es Otón de Habsburgo, pariente de Maximiliano, sobrino biznieto, para más señas. Murió no hace mucho, de casi 100 años, y se puede ver que su nariz no cambió gran cosa desde que era niño.
Veamos nuevamente las narices de Maximiliano y Justo Armas, son totalmente diferentes. Otro aspecto a resaltar son las orejas. Armas era muy orejón, y Maximiliano no. La teoría de Deneke, como puede comprobarse fácilmente a partir de simples imágenes, es totalmente falsa.

jueves, 16 de agosto de 2012

Yo emperador – José Manuel Villalpando


El autor

José Manuel Villalpando es uno de los más refutados historiadores mexicanos de la actualidad. Sus libros no son ni buenos ni malos, su prosa es sencilla, práctica, incomparable por ejemplo con la de Enrique Krauze, pero se deja leer.
Ha publicado bastantes libros sobre la historia de México en el siglo XIX, por lo que se le puede considerar un especialista en personajes como Juárez, Maximiliano, Miramón o el propio Santa Anna, entre otros.
Quizás el personaje al que más le ha dedicado tiempo sea el emperador Maximiliano. Ha escrito dos ensayos sobre él y de allí se sacó una especie de novela histórica de la manga, titulada Yo emperador. No es una obra muy recomendable, pero como otros libros del autor es posible terminar de leerla, lo que ya es ganancia.

La novela

Yo emperador se compone de pequeños capítulos, en los que el propio Maximiliano narra su historia, desde su nacimiento hasta el largo peregrinar de su cuerpo sin vida por buena parte del territorio mexicano, y la odisea que costó hacerlo llegar a la Cripta de los Capuchinos, en Viena, donde descansa junto a sus antepasados.
Cada capítulo de la novela toma el nombre de un acontecimiento o período de la vida de Maximiliano. Él mismo nos narra lo que ocurrió y sus impresiones de por qué ocurrió así y no de otra manera cada uno de los sucesos que tuvieron trascendencia, desde su niñez hasta su edad adulta, de su no muy larga vida.
La actitud del narrador es muy autocrítica. Reconoce sus debilidades y sus ambiciones, las razones de su matrimonio con Carlota y de su aceptación de la corona mexicana, así como sus más grandes debilidades, acompañadas siempre de su falta de carácter, que terminaron por llevarlo al paredón.
No he leído aún la biografía que Villalpando escribió sobre Maximiliano, y de la cual, como ya apunté, se desprende esta novela, pero es fácil darnos cuenta cuáles son, en gran parte, los libros que componen su bibliografía, porque a pesar de revelar detalles de la vida íntima del emperador, no son nada nuevo, ya otros autores en el pasado nos han hecho si no saberlos cuando menos suponerlos.

El principal problema de la novela es que no resulta nada atractiva. La prosa de Villalpando no seduce, los capítulos cortos son a veces muy pobres y termina uno leyendo únicamente para recabar datos sobre Maximiliano, pero para tal fin éste no es el libro indicado y pocas novelas podrían serlo. Una novela, antes que para otra cosa, se lee para disfrutar de ella, y ésta no ayuda mucho en esa tarea.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Juárez y su México – Ralph Roeder


A Benito Juárez lo han biografiado muchos escritores. Bien y mal. Algunos con un odio quizás justificado, pero incomprensible, otros con una admiración desbordada y otros más con toda la objetividad que han podido. Desde sus tiempos, los de Juárez, se han escrito biografías sobre él y siguen y sin duda seguirán apareciendo. Juárez fue y es lo que es, un hombre que vale la pena estudiar, por lo que hizo, por cómo lo hizo y por lo que dejó de hacer.
Fue, sin más, el presidente mexicano más culto del siglo XIX, y del XX pocos estuvieron a su altura. Era un hombre de pasiones, aunque uno de sus mejores biógrafos dice que sabía dominarlas. Se atrevía a apostarlo todo, su vida, su legado y su honor como mexicano en una sola partida. No era Juárez hombre de términos medios, desde que se encumbró con la presidencia aplicó una política de todo o nada. Eso le ayudó, entre otras cosas, a que no lo fusilaran. Aunque sus críticos siempre le han reprochado esa necedad con que se conducía en el puesto de presidente.
Algunos lo han acusado de traidor a su patria. Hizo cosas para ganarse ese titulo, pero hay algo muy importante que resaltar: él lo sabía; nunca ignoró que por sus acciones podía ser recordado por sus compatriotas como un traidor. Tuvo el valor, pese a todo, de correr ese riesgo porque quería ayudar a su país. Era un hombre serio, muy prudente, y también era valiente.

El libro

De sus biografías, la que más me gusta es la que escribió el norteamericano Ralph Roeder. Se trata de un librote de mil y pico de páginas. Aunque he sabido que se edita a veces en dos volúmenes, pero yo tengo los dos en uno, con edición del Fondo de Cultura Económica.
No es esta biografía, a pesar de ser tan voluminosa, la más completa de Juárez. Roeder deja algunos aspectos en el aire. El hombre se valía de demasiadas frases para decir bien poco. De Ahí que se gastó más de mil páginas para decir lo que otros han dicho en menos. Pero eso no es para reprocharle, sino para agradecerle, porque escribía tan bien que leerlo es bastante agradable.
Su método, no original pero que le salió muy bien, consistía en hacer monografías de cada personaje que se cruzaba de alguna manera con Juárez. Los abordaba en el plano ideológico y resaltaba sus principales intereses, sobre todo económicos y políticos.
Así, analizando personajes y acontecimientos, y luego ligándolos a Juárez, transcurre todo el libro, que no resulta en ningún momento aburrido, a pesar de los párrafos largos y del palabrerío del que se valía Roeder para explicar hasta los acontecimientos más sencillos.
Puede verse que el autor sentía admiración por Juárez. Pero me imagino que se propuso no dejar que repercutiera en el libro y a mi entender lo consiguió. Roeder nos presenta a un Juárez muy normal, con sus defectos, sus errores, su enorme inteligencia y su no menos admirable tenacidad, y también nos presenta a su México, al de Juárez, que en realidad no fue de él tanto como lo fue antes de Santa Anna y después de Porfirio Díaz, pero fue en el que él vivió, en el que se desempeñó como hombre y como político, mal y bien, con buenas intenciones, a su manera, a la manera de un hombre valiente, porque eso era Juárez antes que todo, valiente, como lo exigían las circunstancias. En esa época, la Reforma y el Imperio, hubo en México hombres muy valientes, mexicanos y extranjeros, de un bando y del otro. Muchos con su sangre regaron el suelo mexicano, Juárez no, y no porque no haya sido militar, sino porque supo salvar, de lo que pudo, a su país y también salvar su vida.

martes, 14 de agosto de 2012

Carranza – Francisco L. Urquizo


El autor


Francisco L. Urquizo (1891- 1969) fue un militar mexicano que empezó su carrera como revolucionario, primero fiel a Madero y posteriormente a Carranza, a quien acompañó hasta su final, y después de una temporada en prisión y otra en el exilio volvió a México para integrarse nuevamente al ejército por petición de Lázaro Cárdenas.
Aun siendo militar a la carrera, como casi todos los revolucionarios, obtuvo grandes logros después de la Revolución. Fue incluso Secretario de la Defensa y se le recuerda por haber sido un reformador del obsoleto ejército posrevolucionario. Recibió, como los grandes, condecoraciones de varios gobiernos extranjeros, después de la muy modesta participación de su país en la Segunda Guerra Mundial.
A la par de su carrera como militar también fue uno de los escritores más renombrados de su época, como uno de los precursores de la novela revolucionaría, género que retrató la vida del mexicano durante ese terrible período, pero que no ofrece nada nuevo respecto a la obra de los narradores de finales del siglo XIX, siendo quizás la razón de ello que el mexicano, el grueso de la población, en su forma de ser no varió mucho desde la Reforma hasta la Revolución.

El libro

Urquizó además de novelista, donde destaca con Tropa vieja, fue historiador. O por lo menos eso pretendió. Como un gran admirador del presidente Carranza, le escribió una biografía a manera de homenaje que, después de leerla, me preguntó si no le habría convenido mejor no escribirla. Quizás sí puede encontrársele una utilidad, si la tomamos como un manual de cómo no escribir una biografía o cualquier libro de temas históricos.
El libro es bastante breve. En el principio empieza como lo que pretende ser, una biografía donde Urquizo nos relata algunos aspectos, algo generales, de la vida de Carranza, pero después se ve que le entró algo de pereza literaria, porque suspende la línea biografía que venía siguiendo y relata sólo sucesos aislados, como mejor los recordaba él.
No se halla en la obra del general Urquizo una verdadera biografía de Carranza, por más que él lo haya pretendido así. Sirve, para quien desee estudiar al personaje, a lo mucho como una obra introductoria, que en el mejor de los casos da algunas pistas sobre aspectos biográficos, porque ni siquiera los sucesos en los que el escritor participó están bien detallados.

A mediados del siglo pasado, cuando Urquizo era una celebridad, se hicieron bastantes ediciones, de lo que me he podido dar cuenta por el ejemplar que tengo. No puedo evitar pensar que el libro, como documento histórico y literario, no ameritaba tanta difusión, porque es una obra demasiado modesta que ningún orgullo podría haberle acarreado a un escritor más ambicioso.

domingo, 12 de agosto de 2012

Maximiliano y Carlota – Egon Caesar Conte Corti


Dentro de la gran cantidad de libros que son necesarios para adentrarse en la biografía del emperador Maximiliano de México, hay uno que es imprescindible, fuertemente blindado de soporte bibliográfico y además una obra literaria de altos vuelos.  Me refiero a Maximiliano y Carlota, una biografía de la pareja imperial mexicana escrita por Egon Caesar Conte Corti, un extraordinario historiador y escritor, además de aristócrata, súbdito y profundamente admirador de los Habsburgo.

El autor

Corti nació en 1886 en Zagreb, Croacia, entonces parte del imperio Austrohúngaro, como miembro de una familia de nobles italianos que al reunificarse Italia continuaron siendo fieles a los Habsburgo. De joven peleó en la Primera Guerra Mundial distinguiéndose por su valor. Al terminar el conflicto se enfrentó con la amarga realidad de todo aristócrata austriaco: que la monarquía había desaparecido.
Resignado a su nueva vida, estudio historia y se dedicó a escribir biografías que tuvieron éxito gracias a su aristocrático nombre y a que escribía extraordinariamente bien. Sus personajes favoritos para biografiarlos fueron los Habsburgo; no sólo escribió la biografía de Maximiliano y Carlota, también de la emperatriz Sissi y del emperador Francisco José. Esta última constó de tres volúmenes, el tercero de ellos inacabado por su muerte, en 1953.
 Entre las biografías que escribió Corti y que lamentablemente no se encuentran traducidas al español, destacan la de Leopoldo I de Bélgica, suegro de Maximiliano, y la del canciller Metternich, el más leal y eficiente servidor de los Habsburgo en el siglo XIX. Gracias a su posición, Corti tenía acceso a documentos muy propios de la aristocracia y de ellos se valía para escribir sus libros perfectamente bien documentados, como puede verse en su extraordinario libro Maximiliano y Carlota.

El libro

Corti se interesó por el emperador Maximiliano cuando estaba investigando para escribir la biografía de un tío abuelo suyo, el archiduque Juan de Austria. El autor tuvo acceso al Archivo del Estado de Viena, donde se encontraban alrededor de 200 cajas que contenían documentos referentes a la candidatura de Maximiano al trono de México y al periodo de su gobierno. Corti se dedicó a estudiar todos los documentos, en su mayoría cartas de los interesados, mexicanos y extranjeros, y complementó su bibliografía con libros de varios autores, algunos protagonistas incluso del sitio de Querétaro,  escritos en diferentes idiomas. Corti, como buen aristócrata, era políglota y no tenía problemas para leer en varios idiomas.
En 1924 publicó en alemán Maximiliano y Carlota, y aunque aún no alcanzaba la madurez intelectual propia de la longevidad, tenían 38 años, el libro es extraordinario, con una prosa elegante, lenta pero muy agradable, y un tenue sarcasmo muy propio del aristocrático autor.
Si alguna flaqueza tiene el libro es que no inicia desde el nacimiento de Maximiliano, Corti apenas repasa el plan de estudios al que fue sometido junto con sus hermanos, como correspondía a un archiduque. El inicio del libro se da en la juventud del futuro emperador, antes de que fuera virrey en Italia, y termina con la repercusión de su fusilamiento en Europa.
Corti cita un sinnúmero de cartas de los diferentes personajes que influyeron para que Maximiliano fuera emperador de México. Entre ellos destacan los emperadores de Francia, Napoleón y Eugenia, los mexicanos Almonte, Hidalgo y Gutiérrez de Estrada, el rey Leopoldo de Bélgica y el propio interesado en el trono, Maximiliano.
Gracias a esas cartas, y a su excelente modo de escribir, Corti logra dar al lector una perfecta idea del proceso de la fundación del Imperio, las dudas más que justificadas del futuro emperador, y de los intereses egoístas y mezquinos de cada uno de aquéllos que colaboraron en el entronamiento de forma directa y en el fusilamiento de forma indirecta del noble archiduque.
Corti critica a todos, incluso a Maximiliano, por el que sentía un gran respeto al ser un Habsburgo. No habla nada bien de los austriacos que decidieron volver a su país con los franceses dejando a su archiduque solo, a su suerte, que fue desgraciada.

Como ya apunté, este voluminoso libro, muy bien escrito y muy bien documentado, es imprescindible para entender a Maximiliano y saber del Imperio. Lo edita el Fondo de Cultura Económica, desde que fue traducido al español, en 1944. Vale la pena leerlo, no sólo para aprender de historia, también para disfrutar de un muy buen libro.

sábado, 11 de agosto de 2012

Martín Garatuza – Vicente Riva Palacio


El autor

Vicente Riva Palacio Guerrero fue un personaje muy importante de México en el siglo XIX. Aunque no llegó a presidente sí descendía directamente de uno. Fue nieto nada menos que del general Vicente Guerrero, pero no alcanzó a conocerlo, nació en 1832, poco más de un año después de que su muy noble abuelo fuera pasado por las armas como agradecimiento a su lucha por la independencia de México y la causa de los más desprotegidos.
Digno nieto de su abuelo, siempre puso su patriotismo por encima de todo. Aun siendo de constitución no muy rígida, cada que México era invadido peleaba con bravura. Ideológicamente ligado al partido liberal, le tocó estar en el lado juarista cuando se presentó la segunda intervención francesa. En el estado de Michoacán pasó la mayor parte del Segundo Imperio, donde alcanzó el grado de general y llegó a ganarse el respeto del propio Maximiliano.
Fueron las circunstancias de su patria las que lo llevaron a ser un hombre de armas, porque vocación de militar propiamente dicho no tenía. Era más que nada escritor, oficio que desempeñó toda su vida, escribiendo en periódicos, publicando novelas, obras de teatro y libros de poesía. También albergó la ambición de ser presidente. Ocupó incluso varios puestos de importancia, pero Porfirio Díaz y su dominio sobre el país se interpusieron en su camino. Murió en Madrid, en 1896, donde representada a México en un claro destierro disfrazado.

La novela

De su obra literaria, ha trascendido más su novela Martín Garatuza, de la que incluso hay una continuación. El argumento gira alrededor de muchas intrigas, venganzas y envidias, tantas que pierden al lector, ya que todo transcurre demasiado rápido y la novela no es nada extensa.
Aun cuando Riva Palacio escribía bien, con un sarcasmo que resulta atractivo incluso hoy, cuando ya lleva muchos años existiendo su obra, la novela Martín Garatuza es muy mala. El autor nos extravía en un sin fin de historias que se mezclan pero que no convencen.
Todo ocurre a finales del año 1624, empezando la novela con una conspiración que pretende la independencia de México cuando la colonia aún era muy joven. Después varios personajes resultan ser descendientes del emperador Cuauhtémoc, y todos ellos, como una especie de maldición, tienen una mancha en la espalda que simula una llamarada, como la que quemó los pies de su antecesor.
Extrañamente, los condenados a llevar la llamarada en la espalda, mueren por causas del fuego, algunos acusados de ser judíos, otros en incendios accidentales o asesinados por algún enemigo.
En todo este mar de historias, siempre está metido, directa o indirectamente, Martín Garatuza, un hombre que quiere la independencia de su país y que es un experto en engañar a todo el mundo, llegando a ganarse la confianza gracias a su capacidad para actuar y disfrazarse del propio Virrey.

El principal problema de la novela es, como ya mencioné, que uno no se la cree. Riva Palacio ni siquiera da tiempo al lector de asimilar un grave acontecimiento cuando ya empezó con otro muy quitado de la pena. Los personajes parecen más que otra cosa farsantes porque nunca se les llega a entender bien. Por ejemplo, uno de ellos, Leonel Salazar, cuando es secuestrada su novia, tarda un día en enamorarse de otra sin buscar a la primera, pero cuando se entera de que esa otra es su medía hermana vuelve a estar profundamente enamorado de la anterior. ¿En qué estaba pensando Riva Palacio?

viernes, 10 de agosto de 2012

Maximiliano íntimo. El emperador Maximiliano y su corte. Memorias de un secretario particular – José Luis Blasio

Cuando se publicó en 1905 Maximiliano íntimo, era el libro más esperado en México. Los lectores no ansiaban la brillante prosa de Blasio, que no conocían por no existir, a pesar de que él era un hombre ya maduro y en cierto modo cultivado, pero sí ansiaban, y con desesperación, las memorias de un personaje que había estado junto al emperador Maximiliano tarde, noche y día durante buena parte del tiempo que duró el efímero Imperio.
Cuando el Emperador llegó a México, Blasio era aún un joven recién entrado en los veinte. Al ser de clase más media que alta, pero al fin de una posición más o menos envidiable, era un joven culto. Hablaba, como casi todo mexicano cultivado de entonces, bien el francés y eso fue lo que lo acercó hasta Maximiliano.
Lo conoció poco después de su llegada, cuando fue a implorarle por la vida de un hermano suyo, prisionero de guerra por ser del bando juarista. Su hermano fue liberado gracias a Maximiliano y desde entonces Blasio le respondió con cierta lealtad. 
Pero la oportunidad del joven Blasio llegó cuando Félix Eloin, un belga que era jefe del gabinete imperial y que no hablaba español, solicitó un traductor para desempeñar su trabajo. Blasio fue recomendado y sometido a una prueba que pasó. Sin embargo, su trabajo al lado de Eloin duró poco. El emperador Maximiliano le fue tomando afecto con el correr de los días (cosa que algunos han asociado a la supuesta homosexualidad del monarca), y aun teniendo austriacos muy fieles a él y que anhelaban el puesto de secretario particular, en la primera oportunidad que hubo se lo dio a Blasio. 
Desde entonces el joven estuvo con Maximiliano casi siempre, a excepción de una temporada que pasó en Europa, cuando Carlota enloqueció. El Emperador lo hacía levantarse de madrugada para trabajar, pero era con él muy noble y lo trató siempre con demasiado afecto. 
Al desmoronarse el Imperio, Blasio partió para Europa y visitó a la familia imperial austriaca. Fue recibido por el emperador Francisco José y habló con él en francés sobre el fin que tuvo su hermano menor. Años después regresó a México, donde vivió temporadas de precariedad. 
Cuando el Porfiriato estaba en pleno apogeo, con una clase alta mexicana muy rica, Maximiliano ya no era un enemigo, había muerto hacía muchos años, era un personaje digno de ser estudiado, conocido, que a todos despertaba una enorme curiosidad. Más que su vida como político, que sí era bien conocida, interesaba su vida íntima. Por esa razón, y para hacerse de algunos fondos, Blasio decidió escribir sus memorias y titularlas, para dar gusto a los curiosos, Maximiliano íntimo.
Ya en el libro, Blasio es bastante prudente. Jamás critica a Juárez ni a los suyos, héroes intocables ya para entonces. Al que sí critica, pero con mucho afecto y evidente dolor, es a Maximiliano. Aun así reconoce que era un hombre de sentimientos enormemente nobles, cualidades imperiales que no se cansó de resaltar a lo largo del libro.
En cuanto a la vida íntima de Maximiliano, no hace muchos comentarios al respecto, para desgracia de sus lectores que tanto habían esperado el libro. Dice, porque le dijeron, un poco de la vida adulterina del monarca, en Cuernavaca y en la Ciudad de México, pero él jamás asegura haber visto nada. Ni siquiera sobre los problemas maritales de Maximiliano y Carlota insinúa haber oído o visto algo. Se limita, como todos, a preguntarse las causas del más famoso fracaso matrimonial de esa época en México.
El libro está lleno de pequeñas y grandes anécdotas que en nada podían satisfacer curiosidades. Blasio evitó hablar casi siempre de política, no era su intención, se ve, levantar pasiones y menos contra él, un antiguo imperialista que por esa razón podía ser repudiado.
De lo que sí se entera el lector por Blasio es de las costumbres y gustos de Maximiliano, de su carácter bromista, de su amor por la naturaleza y, sobre todo, de su enorme bondad. Algo que Blasio no ocultó fue el gran cariño que él y Maximiliano se tuvieron, pero en ningún párrafo se aprecia que insinúe la homosexualidad, de ambos, que algunos historiadores algo extraviados sugieren.
Respecto a la prosa de Blasio…, poco bueno puede decirse. El hombre escribía muy mal, pero no se le puede criticar, porque él no lo ignoraba y lo dejó claro. Su intención fue escribir un libro como homenaje al que tanto hizo por él, no una obra literaria de belleza única. Y precisamente así lo han entendido quienes se han propuesto difundir Maximiliano íntimo, porque ha sido traducido al inglés, desde hace muchos años, y desde hace menos al alemán. 
Hoy en día el libro se edita poco, a pesar de que en México es muy buscado. La última edición fue de la UNAM, en 1996, y actualmente está agotada. En cuanto a los libros de la primera edición de 1905, son hoy joyas de coleccionistas y se venden caros los que todavía andan por allí. No es un libro bien escrito, y tal vez tampoco imprescindible para entender la historia de México, pero en su género es único, por eso lo valoran tanto.