Probablemente
en el año 2020 Francisco Martín Moreno estará publicando Arrebatos carnales XXXIV, a juzgar porque la formula le ha salido a
la perfección con estas novelas medio eróticas que tienen como protagonistas a
los que también fueron protagonistas de la historia de México.
Yo probé
con el primer libro, en el 2010, cuando llevaba un año circulando con una
propaganda abrumadora. Sabía lo que iba a encontrarme entre sus páginas, no
esperaba gran cosa del autor porque ya antes había leído algo de su producción
literaria…, si es que podemos llamarla así.
No terminé
el libro. Haría falta mucho valor y demasiado tiempo de sobra para tamaña
odisea. Lo tengo en un rinconcito escondido de mi biblioteca, junto con El código Da Vinco. No quiero que algún
día un amigo vea que los compré. Seré el hazmerreír de mi entorno.
Sólo leí
el primer capitulo, el que corresponde a Maximiliano y Carlota. Eso sí, lo leí
completo (aplausos). Con eso bastó para que me preguntara cómo es posible que esa
cosa disfrazada de libro sea un superventas. No sólo es pésima en cuanto a
calidad literaria se refiere, también está llena de errores históricos, cuando el
autor, siempre que da una entrevista, alardea de lo bien que se documenta antes
de escribir uno de sus novelones.
La bibliografía
que ofrece, sobre el capitulo en cuestión, no es nada del otro mundo. En su
mayoría se trata de libros conocidísimos. Y uno se pregunta, ¿de dónde sacó el
autor esos secretos detalles que lo llevan a hacer tamañas especulaciones?
Algo en el libro me llevó a no querer considerar a Francisco Martín Moreno ni siquiera
como un serio investigador de la historia. Cita una carta dejada a Maximiliano
por Napoleón II en la que le revela que es su padre. Cualquier estudioso de la
historia con leer ese documento sabría que es más falso que las elecciones del
88…, con perdón de las pasadas. Lo escrito en la carta no coincide en absoluto
con la mentalidad de una persona que vivió a principios del siglo XIX. Es hasta
ridícula. Si Francisco Martín Moreno realmente es un estudioso de la historia
de ese siglo debió de darse cuenta en cuanto leyó las primeras líneas.
En fin, ya no abundaré más;
sólo diré que si hay un libro sobre la historia de México que no recomendaría
ni a Robinson Crusoe antes de conocer a Viernes es éste.
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