Hay obras
que no necesitan tener un entramado, retorcido, doblado y desdoblado argumento,
lleno de malos y no tan malos, de buenos y no tan buenos, para acaparar la
atención de los lectores, para recibir buenas criticas literarias y para conseguir
aún más: ser clásicos de la literatura en el país donde fueron publicadas o
incluso traspasar fronteras.
Y un libro
que cumple precisamente con todo lo anterior es La Navidad en las montañas, novela escrita por Ignacio Manuel
Altamirano, todo un clásico de la literatura mexicana del siglo XIX que no se
quedó allí, todavía su autor, fallecido en 1893, escribió un prologo en el que
hablaba de una sexta edición en francés.
Parece
mentira que una obra que brilla por su sencillez argumental haya alcanzado
tantos logros. Es bien cierto que la fama -porque era un escritor de gran
reputación- de Altamirano influyó para que tanto la crítica como los lectores
situaran en un pedestal a su novela. Pero hay algo más, La Navidad en las montañas transmite cierta nostalgia por el lugar
donde se desarrolla, un pueblo perdido donde hace falta bien poco para ser
feliz, donde la hermandad entre los habitantes es tan sólida como una roca,
donde también se disfruta de una religión católica libre de vicios, como si
Roma y todo lo que significa no existiera.
El
narrador de la novela es un capitán del ejército del periodo Reforma-Imperio
que un 24 de diciembre cabalga con su criado buscando un pueblo donde descasar
y saciar el hambre. Se encuentra con un cura español que en un principio le
causa desconfianza, la misma que supera en cuanto empiezan a conversar.
El cura
lleva al capital a su pueblo, a pasar allí la Noche Buena. El cansado militar
se queda perplejo al contemplar aquella Navidad en las montañas. El pueblo es
un lugar lleno de bondad y solidaridad, no existe allí ningún fanatismo
religioso, ni santería que, con la venia del cura, sustituya disimuladamente a
la religión.
Conforme
van pasando las horas, el capital, acompañado del cura, va recorriendo el pueblo
y el ritual que para aquellos pobres lugareños significa el nacimiento de
Jesús. El capital se conmueve y el lector también ante una Navidad en la que
abundan la austeridad así como el amor y la fe.
Yo recomiendo leer este sencillo pero muy significativo libro en el mes de diciembre, porque es cuando más conmovido puede quedar uno como lector. Ya que carece de una apasionante historia, lo rescatable de la novela son las reflexiones que nos invita a hacer, las cuales, a pesar de tratarse de un libro “viejo”, para nada son anacrónicas.
Yo recomiendo leer este sencillo pero muy significativo libro en el mes de diciembre, porque es cuando más conmovido puede quedar uno como lector. Ya que carece de una apasionante historia, lo rescatable de la novela son las reflexiones que nos invita a hacer, las cuales, a pesar de tratarse de un libro “viejo”, para nada son anacrónicas.
MUY BUENA LECTURA.
ResponderEliminarESTE LIBRO FUE EL PRIMER LIBRO QUE LEÍ DE ADOLESCENTE Y POR EL, LA LECTURA HA SIDO PARTE DE MI VIDA. SIN DUDA EL MEJOR ESCRITOR QUE HE LEÍDO.
Muy cierto ami también me gusto
ResponderEliminarMuchas gracias por esta reseña tan clara y concisa. Programo esta lectura para el próximo diciembre.
ResponderEliminarSeñalo dos pequeñas erratas:
Donde dice "El cura lleva al capital..."
debe decir "El cura lleva al capitán..."
Donde dice "El capital se conmueve y el lector también..."
debe decir "El capitán se conmueve y el lector también..."