Para nadie es un secreto que en México la mayoría de
la población no lee, aunque eso se compensa un poco con un pequeño porcentaje
de mexicanos que leen mucho. Pero lo cierto es que en México se leen pocos
libros de historia, y los que son superventas están acompañados de costosas
campañas promociónales.
Aunque cabe resaltar que al mexicano sí le gusta saber
su historia, pero no leerla, prefiere que se la cuenten. Y ésa es la razón por la
cual matones como Francisco Villa y Rodolfo Fierro son considerados héroes. También
a esa costumbre mexicana se debe el hecho de que los errores que ya se
cometieron en el pasado se estén repitiendo actualmente.
Que los mexicanos no leen los libros de su propia
historia es un dato que puede obtener con facilidad cualquiera que sí tenga la
afición de leerlos. Hay muchos clásicos de historia que son imposibles de
hallar en las librerías. Están agotados, no se editan, de algunos la última
edición fue hace muchos años.
Obras excelentes de historiadores y cronistas de los siglos XIX y XX, que en su momento tuvieron buena recepción y que están avalados
por serios estudiosos de la historia mexicana, de milagro los encuentra uno en
bibliotecas o en librerías de viejo.
Eso ocurre porque
sencillamente no son demandadas por los lectores. Si la situación fuera al
contrario, se editarían con mucha frecuencia y estarían a la vente casi de
manera ininterrumpida, pero como nadie quiere leerlos, los editores y libreros
sencillamente no se preocupan por ponerlos a la venta.
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