Los
hombres no cambian mucho a través de los siglos. Cambian las costumbres, los hábitos
y casi todas las modas, pero hay algo que une a los hombres de todos los
tiempos: su amor por el poder. Y eso deriva en otra característica: el estilo
arquitectónico que los poderosos han elegido durante veinticinco siglos para
construirse monumento a la gloria de sí mismos. A los malos y a los que pasaron
a la historia con fama de buenos, a dictadores, demócratas, comunistas,
derechistas, socialistas, moderados, jefes de El Vaticano, empresarios, narcos,
artistas y otro tatos los une un gusto por el mismo modelo formal de edificio.
Los griegos
hicieron un diseño que complementaron después los romanos, hace más de dos
milenios, y después le gustó mucho a Hitler, pero antes le había encantado a
Napoleón y a los Padres Fundadores de los Estados Unidos, en tanto que hoy es
el favorito de los narcos.
En el
libro La arquitectura de los poderosos se hace una amena reseña de la historia de la arquitectura
clásica, la cual ha muerto y renacido a lo largo de veinticinco siglos y
siempre con un fin inconfundible: el que su estilo sirva para hacer monumentos
a los poderosos.
Mmmm 13 pesos? ¿qué no son doláres?
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