Recuerdo que cuando era niño me
llamaban la atención las figuras del arte prehispánico que figuraban en algunos
billetes y monedas. Con el paso del tiempo, al transcurrir mi niñez, me fui dando
cuenta de que piezas como la Piedra del
Sol, cabezas olmecas, pirámides o los chac mool, entre otras, eran símbolos de
México profundamente arraigados, parte de la identidad cultural del país, pero
¿ha sido así siempre?
La historia nos dice que no. La
Nueva España fue fundada sobre la degradación del arte de las antiguas culturas
por pagano y por contradecir a los cánones estéticos europeos. Apenas unos años
antes de que iniciara la guerra de independencia, fueron descubiertas la Piedra
del Sol y la Coatlicue en unas excavaciones en la Ciudad de México. Esta última
fue vuelta a enterrar porque causó horror a quienes la vieron.
Los fundadores del México
independiente tampoco hicieron mucho caso a lo que habían producido los
antiguos mexicanos. Lucas Alamán logró la creación de un museo donde las piezas
estaban aventadas al ahí se va como en una especie de basurero. Llamaba mucho
la atención que los extranjeros les dedicaran tanta atención y estudio a esas
piezas tan “feas”, grotescas, símbolos de barbarie.
Maximiliano fue sin duda el
primer gobernante mexicano en interesarse tanto por el arte antiguo como por
los indios vivos. Era un hombre acostumbrado, gracias a sus muchos viajes, a
las diferentes bellezas del arte. El ejército francés también llegó con una
expedición científica como otrora lo hiciera Napoleón I en Egipto, con el fin
de hacer investigaciones sobre sobre ese exótico patrimonio de los mexicanos.
Pero a éstos, los dueños de esas reliquias, en su mayoría les daba igual si se
las llevaban o las volvían a enterrar.
Mas, extrañamente, con la muerte
de Maximiliano y la partida de ejército francés el arte prehispánico no volvió
a quedar en el olvido. Sin duda fue afectado por el cambio que se dio en la
sociedad. México había obtenido su segunda independencia y ése fue un buen
pretexto para formar una nueva identidad cultural en la que el pasado se unía
al presente: empezaron a surgir arqueólogos mexicanos interesados en explorar
lo que todavía era un mudo desconocido, había pirámides enterradas, ciudades
perdidas en las selvas y casi todas las cabezas olmecas faltaban por
desenterrar.
Poco a poco el arte prehispánico
empezó a donar iconos y más aún símbolos al pueblo mexicano, tanto hasta llegar
a un época en la que tales monumentos tienen casi un carácter sacro donde son
de todos pero nadie puede tocarlos más que un Estado celoso con la intención preservar una manera caduca de fomentar un nacionalismo innecesario.