lunes, 23 de febrero de 2015

Apuntes para mis hijos –Benito Juárez

La mayoría de los políticos  escriben y dicen unas cosas y hacen otras totalmente diferentes. Eso no tiene nada de raro: la naturaleza del político es mentir para prosperar en sus proyectos personales. Pocos son los que tratan de hilar congruencia entre dichos y hechos. Y aunque motivos para criticarle siempre habrá si tomamos la precaución de situarnos en su contexto histórico, Juárez fue uno de esos hombres que buscó la congruencia y tal vez no para la posteridad, si no para conciencia como político, como mexicano y como padre.
Su libro Apuntes para mis hijos es una joya literaria, un manual del buen político y una prueba de su sensatez. En esta pequeña obrita el presidente recoge su vida hasta mucho antes de que fuera el hombre que pasó a la historia. Juárez nos habla aquí de su condición de niño indígena, de su calidad de protegido de un cura que pretendía que tomara los hábitos, de su aborrecimiento por esa sola idea, de su interés por la jurisprudencia, sus luchas como abogado contra el fanatismo y la corrupción.
Pero la parte más valiosa del libro es su etapa como gobernador. Juárez, sin decirlo nunca y quizás sin pretenderlo pero hablando de su experiencia, nos habla de un modelo de buen gobernador, de un liberal que intenta fomentar el libro comercio, no obstruirlo ni ser parte de él como político pero  sí facilitarlo, de su pleno convencimiento de que religión y leyes juntas son nocivas para el desarrollo de la sociedad, y de que el imperio de la ley es indispensable y vale la pena cualquier sacrificio para lograrlo.
Es lamentable que este libro no sea un clásico en el estudio de la historia de México. Y no lo es sencillamente porque se queda muy lejos de llegar a la etapa en la que el presidente habría de contar por qué no perdonó a Maximiliano, que es la parte que interesa de Juárez a todo el mundo. Pero bueno sería que este libro tuviera más seguidores de los que tiene, porque aquí Juárez nos habla del honor y la dignidad con que habría de actuar un buen político -de cualquier nivel de gobierno-, de esos que, por desgracia, en México no hay.

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