Napoleón Eugenio de Francia, destinado a ser el emperador Napoleón IV, pero tuvo que emigrar a Inglaterra a causa de la derrota en la guerra franco-prusiana. |
Anoche leí las primeras páginas de
la novela, Carlota y Maximiliano: La dinastía de los Habsburgo en México, de
Adam J. Oderoll, y para ello tuve que dejar a un lado Miramón: el hombre, de José Fuentes Mares, libro con el que llevo
casi tres semanas y que no he podido terminar por exceso de trabajo.
Como ya mencioné en la entrada
anterior, la novela de Oderoll es una historia ucrónica, en la cual el Imperio
sí logró consolidarse, debido a una temprana muerte de Juárez, hacia 1866
(Juárez en realidad murió en 1872). Así las cosas, a México en esta historia
alternativa aún lo gobiernan como emperadores los descendientes directos de
Maximiliano y Carlota, sí, directos. (Y no me pregunten cómo es que ellos
lograron tener descendencia).
Pues bien, los Habsburgo, en
agradecimiento a aquellos que los ayudaron a consolidar su gobierno, llevan a
sus herederos como miembros de su gabinete, de generación en generación. En lo
poco que he leído de la novela, como hombres fuertes del actual emperador de
México se menciona a los Miramón, a los Mejía, a los Khevenhüller, a los
Iturbide, a los Bazaine, entre otros apellidos que lucharon del lado del
imperio.
Me hizo gracia algo mientras
leía, que fue lo que me llevó a escribir esta entrada. En la novela el emperador
tiene como jefe de todos sus ministros a un Canciller
del imperio, que al parecer guarda las funciones que debiera de tener un
presidente, aunque sujetas siempre a la voluntad del emperador. Y el canciller
actual, según se ve, lleva varios años en su cargo, el tiempo en el que en la historia
real han gobernado Calderón y Peña (y López Obrador como presidente legítimo).
También se menciona que tras la
guerra franco-prusiana, aquella que le costó el imperio a Napoleón III, éste y
su familia no emigraron a Inglaterra, como efectivamente ocurrió (y donde su
hijo se enroló en el ejército y murió luego peleando por él en África). En esta
historia alternativa, Napoleón y Eugenia, tras perder su trono, al parecer
aceptaron la hospitalidad del ya para entonces consolidado en su gobierno
Maximiliano I de México. Así las cosas, el hijo no murió soltero a los veintitrés
años en África, sino que vivió en México y tuvo descendencia.
Y esa descendencia se integró con
el tiempo al gabinete imperial de los emperadores Habsburgo, quizás como
militares y como ministros (todavía no llego a esa parte), pero la cuestión es
que el actual canciller del imperio, que lleva unas funciones muy similares a
las de un presidente, es un Bonaparte, Luis Bonaparte, para más señas.
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