La idea de nuestro
patrimonio histórico y cultural es una recopilación de textos -unos más interesantes que
otros y otros mejor escritos que otros, todo sea dicho- de académicos especializados
en el patrimonio tangible e intangible de los mexicanos. Desde las pirámides
hasta la Virgen de Guadalupe, pasando por haciendas, templos, conventos, el fanatizado
petróleo, el patriarcal maíz y, por supuesto, las más famosas esculturas prehispánicas:
la Piedra del
Sol, el monumental Tlaloc y la intimidadora Coatlicue, todo es analizado en
esta obra en su relación con el pueblo, el de antes y el de ahora.
La composición del libro está coordinada por Pablo Escalante,
quien también colabora en los textos de manera bastante acertada. Una autora
que ya ubicaba por su interesante guía para estudiar El Segundo Imperio, Erika Pani, es otra de las colaboradoras del
libro. A los demás francamente no los conocía, pero se puede ver que se trata
de académicos con una trayectoria si no envidiable sí admirable, y aunque
algunos no tengan una prosa que me haya hecho disfrutar, lo cierto es que sí
desbordan conocimiento, además de que varios blindan sus textos con una estupenda y sólida bibliografía.
Algo que quizás no haga falta mencionar es que en esta
obra no se detalla el contexto histórico de cada bien tangible e intangible,
sino que simplemente se nos ofrece una por demás interesante introducción
acompañada de un análisis del edificio, escultura, deidad o liquido en cuestión
en su calidad de símbolo.
Porque eso es lo que son todos esos bienes mexicanos: símbolos,
tan importantes como la bandera, el escudo y el himno -hechos por el Estado estos
tres-, y forman parte del componente cultural que tiñe de orgullo a toda una
nación, desde Tijuana hasta Mérida, lugares de donde no salió el monolito para
esculpir a Tlaloc, pero a donde ha llegado ese pegamento que nos une a todos, a
veces por decreto del Estado y otras a su pesar.
Al leer este libro no pude dejar de recapacitar sobre
algo muy importante: México es uno de esos pocos países privilegiados que bajo
la tierra guardan un patrimonio invaluable -que no hicimos nosotros, pero que
está allí para otros-, tan extraordinario que quizás sólo pueden tratarlo de
igual a igual Grecia y Egipto.
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