El gobierno republicano que se
consolidó en México después del fusilamiento de Maximiliano, frágil con Juárez,
más aún con Lerdo de Tejada y fuerte con Díaz, dejó para la historia una lista
de traidores que, por la diosificación de Juárez hecha por el PRI, sigue
vigente. No obstante, algunos de esos traidores gozan de ciertas simpatías, ya
sea porque muchos mexicanos entienden que los juaristas no tenían del todo la
razón o porque los “traidores” estaban precedidos de actos que los describen
como hombres valientes y llenos de honor.
Miramón, ese militar alto,
estoico, famoso por su bravura y su genio durante la batalla, es quizás el
traidor al que los mexicanos más admiran. Mejía, el indio de raza pura que aun
siendo general se batía junto a sus soldados, es también merecedor de cierta
popularidad entre los mexicanos.
Pero hay otros que
definitivamente no se han salvado del fuego de la historia, como Leonardo
Márquez, un despiadado que fusilaba sin miramientos a sus enemigos y que, para
desgracia de Juárez y los suyos, logró escapar cuando se derrumbó el imperio y
jamás pudieron echarle la mano encima para fusilarlo.
Pero el traidor de traidores, al
que tanto odio le tuvieron que incluso le llegó casi por completo el olvido, es
Juan Nepomuceno Almonte, un personaje muy ausente en muchos de los libros de
historia de México que, sin embargo, tuvo un papel crucial en la coronación de
Maximiliano.
Almonte nació de una levantada de
sotana del cura José María Morelos y Pavón. No se apellidaba Morelos
naturalmente porque su padre había sido cura. Le dieron, al parecer, el
apellido Almonte porque nació en el monte, aunque otras fuentes refieren que ése
era el apellido de su madre, hija de un importante hacendado.
Su padre, durante la guerra de
Independencia, lo mandó a un sitio más seguro, los Estados Unidos. Allí aprendió
inglés y se hizo de algunas amistades. Ya cuando México era un país
independiente, fue varias veces su representante ante el vecino del norte, pero
también, en su grado de general, acompañó a Santa Anna a la guerra de Texas,
donde trató de evitar los fusilamientos del Álamo y fue después capturado en
San Jacinto. Algunos historiadores lo señalan como el traductor entre el
derrotado Santa Anna y el victorioso Samuel Houston.
Apagada la estrella de Santa
Anna, Almonte, que pese a sus rasgos indios era un elegante y educado
caballero, aparte de poliglota, marchó a Francia, se hizo partidario de la monarquía
y puso sin un rechinar de dientes sus servicios a las órdenes de Napoleón III. Llegó
junto a los franceses que enfrentaron al ejército mexicano en Puebla, lo que lo
hizo ver ante todo México como un traidor sin escrúpulos.
Cuando los franceses se
apoderaron de la capital, él formó parte del triunvirato que gobernó hasta la
llegada de Maximiliano. Éste, nada más llegar, lo hizo mariscal, aunque no
confió en él demasiado por su fama de embustero.
Cuando Napoleón decidió retirar
sus tropas, Almonte fue enviado como embajador del imperio mexicano a Francia,
con la intención de lograr que Napoleón no quitara su apoyo a Maximiliano. Fracasó
en su misión, pero como tenía claro que Juárez pronto triunfaría y pasaría por
las armas a todos los que consideraba traidores, decidió quedarse en Francia
para salvar el pellejo.
Murió casi dos años después del
triple fusilamiento en el Cerro de las Campanas y, al poco tiempo, empezó a comérselo
el olvido. En México lo poco que se sabe de él, a grandes rasgos, es que
fue, más que muchos de los mexicanos implicados en la invasión francesa, un
traidor.
COMO MUCHOS OTROS MEXICANOS,TIENE SUS BEMOLES.ES NECESARIO UN ESTUDIO A CONCIENCIA DE SU VIDA,SUS ACCIONES;SUS LOGROS Y ERRORES PARA PODER EN ALGO,TENER UNA IDEA APROXIMADA DE SU ACTUAR. Y ESTE PERSONAJE NADA QUE VER CON LOS ULTIMOS PRESIDENTES DE MEXICO,ESOS SI QUE SON TRAIDORES A LA PATRIA. NO HAY PUNTO DE COMPARACION.
ResponderEliminarEs un traidor que lejos de honrar la memoria de Don Jose María Morelos, se comportó como todo un antipatriota al ir a buscar a Maximiliano para entregarle el país. En que pinche cabeza cabe eso?
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