domingo, 18 de noviembre de 2012

Presidentes mexicanos del siglo XIX


Los presidentes de la actualidad viven rodados de lujos, gastando lo que no es de ellos en cosas absurdas e inútiles, realizando viajes protocolarios muchas veces innecesarios y desde luego muy costosos, pasan mucho tiempo frente a las cámaras de televisión, hablando como iluminados, tienen garantizados por sólidas instituciones sus seis años en el poder y gozan de una seguridad similar a la de una princesa egipcia en tiempos de los faraones.
Muy diferente era la vida de sus predecesores del siglo XIX, cuando México comenzaba a dar sus primeros pasos como país independiente. En aquella época la situación del los presidentes solía ser muy difícil. Nunca había dinero siquiera para lo más indispensable, no llegaban al poder por la vía del voto sino del cartelazo, y por tanto vivían temerosos de que otro cuartelazo los alejara de la silla presidencial.
Los gobiernos a veces eran muy efímeros, de apenas semanas o meses, y luego ocurría que no había un presidente sino dos, y cada uno con ganas de atrapar al otro para ponerlo de espaldas a un muro de piedra con un pelotón de fusilamiento enfrente. También hubo casos en que de nada le servía a alguien ser presidente porque los estados de la republica se negaban a reconocerlo como tal.
Los de hoy suelen tener preparación universitaria, hablan inglés -algunos-, son hombres cultos -también algunos-, pero en el siglo XIX hubo presidentes con formación cultural bastante escasa, como el general Vicente Guerrero, hombre sumamente noble y sumamente patriota, pero que leía con dificultades y se trababa mucho cuando lo carrereaban. Aunque en ese turbulento siglo dos claras excepciones fueron Juárez y Maximiliano -en calidad de emperador el último-, los dos gobernantes más sabios y poliglotas que ha tenido México en su historia. Lástima que aun teniendo la misma ideología les tocó gobernar al mismo tiempo y uno terminó fusilando al otro.
Pero en el siglo XIX todos sabían que por gobernar a México había grandes posibilidades de morir. Los presidentes a menudo se veían recorriendo el país en largas jornadas a caballo y pasando unas hambres de león, ya fuera para vencer a su oponente o para escapar de él. Cuatro jefes de Estado mexicanos fueron pasados por las armas en poco más de cuarenta años. El primero fue Agustín de Iturbide, el libertador, y su fusilamiento marcó el inicio de México con el pie izquierdo en su período de libertad.
Después de Iturbide fue fusilado el otro libertador, Guerrero. Fue emperador uno y presidente el otro y fueron fusilados con una diferencia de siete años como consecuencia en gran medida de la ambición y los cuartelazos del general Santa Anna. Juárez, que en todo fue más eficiente que Santa Anna, también fusiló a un emperador y a un presidente, pero el mismo día y a la misma hora, y también, claro, en el mismo lugar.
Las biografías de los presidentes mexicanos del siglo XIX nos enseñan lo difícil que fue consolidar el cargo de presidente tal y como se encuentra hoy. Hoy México es un ejemplo para Latinoamérica. Si de algo estamos seguros es de que el presidente no se va a reelegir, de que el ejército no lo va a derrocar, de que a menos que muera, o cometa serios errores, sus funciones durarán seis años justos. Parece poco, pero viendo a otros países podemos ver que eso es mucho y le sirve a México para tener un poco de estabilidad, tan necesaria para que un país pueda intentar dejar su pobreza en el pasado.

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