lunes, 12 de enero de 2015

La descriminalización del emperador Maximiliano

En México en los últimos años a nuestras autoridades les ha dado por intentar descriminalizar casi todo. Al paso que vamos, y al no poderlos evitar, llegará una época en que querrán que los homicidios ya no sean delito, lo cual no deja de ser preocupante. Pero a la par de nuestras autoridades, algo que no es, como en este caso, una estupidez si no un fenómeno cultural, a la sociedad mexicana le ha dado por descriminalizar a los personales históricos.
Esto, dependiendo de cómo sea visto, resulta algo positivo, porque evidencia que nos estamos sacudiendo ese fanatismo nacionalista en mal momento engendrado por una historia oficial que el pueblo se tragó en tiempos pasados por su nunca abandonado amor al analfabetismo.
Últimamente, al husmear en la red, me he dado cuenta de que los mexicanos han empezado a descriminalizar a Maximiliano, algo extraño a la vez que interesante. Extraño porque habría sido lógico que el primero en librar el juicio de la historia fuera Porfirio Díaz, mexicano por nacimiento y el artífice de la consolidación de México como una nación autentica.
E interesante porque el hecho de que muchos mexicanos vean con buenos ojos a un extranjero que llegó amparado por un ejército invasor, indica la desaparición de prejuicios que en otros lugares del mundo no son más que el germen de un nacionalismo fanático que muchas veces desencadena innumerables tragedias.
Maximiliano oficialmente en México fue lo que fue y que nunca se ha ocultado: un gobernante impuesto por un ejército invasor. Pero no se puede dejar a un lado que era un hombre carismático, noble y muy sentimental, que si bien fue el intermediario entre muchos patriotas mexicanos y el pelotón no tenía madera de asesino.
Sus leyes, algunas muy sabias, fueron después adoptadas hasta por los juaristas. Fue precursor de la injerencia del Estado en muchos aspectos, sensibles para la sociedad más desprotegida, que habían sido ignorados por otros gobiernos con el pretexto de las constantes revoluciones.
Y esas facetas suyas, que tampoco estuvieron ocultas nunca, son las que hoy provocan que muchos mexicanos le intenten hacer justicia. A fin de cuentas, ese carisma que lo caracterizó en vida ha logrado  despertar afectos a siglo y medio de su muerte. En la novela Juárezen en el Convento de las Capuchinas, el propio Don Benito se siente por momentos seducido a la vez que conmovido por esa cortesía y esa nobleza de Maximiliano, que le dejan claro al presidente que tiene enfrente a un hombre ambicioso, pero nunca a un hombre malo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario