El título de este libro surge partiendo
del hecho que pretende probar que la mujer que prestó al rostro a Da Vinci para
el retrato más famoso del mundo no es Lisa Gherardini, la esposa del mercader Francesco
Giocondo. El autor atribuye este error que ha perdurado por medio milenio a la
necesidad de los historiadores del arte de creer a Giorgio Vasari cuando escribió en su libro Vidas de artistas que el rey de Francia
poseía un cuadro pintado por Leonardo Da Vinci, cuya retratada era Lisa
Gherardini.
Vasari escribió su libro muchos
años después de la muerte de Leonardo y, según Zapperi, no contaba con
información sólida para hacer tal afirmación. El autor toma desde el principio
otra línea de investigación: las memorias de un viaje de un clérigo llamado Antonio
de Beatis, secretario del rico y aristocrático cardenal Luis de Aragón.
Según de Beatis, su señor se
entrevistó con Da Vinci en Francia, y éste le mostró el cuadro de la Mona Lisa y le dijo que se lo había
encargado su fallecido mecenas, Juliano II de Médicis. Así las cosas, este
vástago de la más famosa familia del renacimiento italiano no tenía por qué
encargar el retrato de la esposa de un mercader, un tal Giocondo, al no conocer
a ninguno de los dos.
Zapperi deja a un lado a esta
familia enriquecida a medias por el comercio y se sumerge en la biografía de Juliano
II de Médicis para averiguar quién pudo ser la mujer que tanto influyó en su
vida como para que le encargara su retrato al más famoso maestro de la época. El
autor se decanta por esta línea de investigación argumentando que si Da Vinci
mismo confesó quién le había encargado esa pintura, ¿por qué creer a un tal
Vasari, quien ni siquiera fue contemporáneo suyo?
La tarea de Zapeeri no fue
sencilla, no porque Juliano fue un calenturiento, adicto a las mujeres y a la
buena vida. Despreció las funciones de gobierno propias de su estirpe y se preocupó
siempre por ir en busca del placer. Así que, ¿quién de todas sus amantes, o de sus posibles amantes, podría ser la retratada
en el cuadro que le encargó a Da Vinci?
A falta de documentación -como no
sabía que la pintura sería después la más famosa del mundo, Da Vinci no dejó
nada escrito sobre ella-, Zapperi se guía por tenues pistas en las que desde
luego es muy sencillo perderse. Pero no le importa. Al concluir su libro, cree
que ha aportado las pruebas necesarias para decir: Adiós, Mona (señora) Lisa (Lisa
Gherardini), dando a entender que hay que despedirla porque ella no es la retratada
en el cuadro que está en el Museo del Louvre.
Hola: Una entrada interesante.
ResponderEliminarMe llamó la atención el libro. Donde los conseguiste?