Cuando se publicó en 1905 Maximiliano íntimo, era el libro más esperado en México. Los lectores no ansiaban la brillante prosa de Blasio, que no conocían por no existir, a pesar de que él era un hombre ya maduro y en cierto modo cultivado, pero sí ansiaban, y con desesperación, las memorias de un personaje que había estado junto al emperador Maximiliano tarde, noche y día durante buena parte del tiempo que duró el efímero Imperio.
Cuando el Emperador llegó a México, Blasio era aún un joven recién entrado en los veinte. Al ser de clase más media que alta, pero al fin de una posición más o menos envidiable, era un joven culto. Hablaba, como casi todo mexicano cultivado de entonces, bien el francés y eso fue lo que lo acercó hasta Maximiliano.
Lo conoció poco después de su llegada, cuando fue a implorarle por la vida de un hermano suyo, prisionero de guerra por ser del bando juarista. Su hermano fue liberado gracias a Maximiliano y desde entonces Blasio le respondió con cierta lealtad.
Pero la oportunidad del joven Blasio llegó cuando Félix Eloin, un belga que era jefe del gabinete imperial y que no hablaba español, solicitó un traductor para desempeñar su trabajo. Blasio fue recomendado y sometido a una prueba que pasó. Sin embargo, su trabajo al lado de Eloin duró poco. El emperador Maximiliano le fue tomando afecto con el correr de los días (cosa que algunos han asociado a la supuesta homosexualidad del monarca), y aun teniendo austriacos muy fieles a él y que anhelaban el puesto de secretario particular, en la primera oportunidad que hubo se lo dio a Blasio.
Desde entonces el joven estuvo con Maximiliano casi siempre, a excepción de una temporada que pasó en Europa, cuando Carlota enloqueció. El Emperador lo hacía levantarse de madrugada para trabajar, pero era con él muy noble y lo trató siempre con demasiado afecto.
Al desmoronarse el Imperio, Blasio partió para Europa y visitó a la familia imperial austriaca. Fue recibido por el emperador Francisco José y habló con él en francés sobre el fin que tuvo su hermano menor. Años después regresó a México, donde vivió temporadas de precariedad.
Cuando el Porfiriato estaba en pleno apogeo, con una clase alta mexicana muy rica, Maximiliano ya no era un enemigo, había muerto hacía muchos años, era un personaje digno de ser estudiado, conocido, que a todos despertaba una enorme curiosidad. Más que su vida como político, que sí era bien conocida, interesaba su vida íntima. Por esa razón, y para hacerse de algunos fondos, Blasio decidió escribir sus memorias y titularlas, para dar gusto a los curiosos, Maximiliano íntimo.
Ya en el libro, Blasio es bastante prudente. Jamás critica a Juárez ni a los suyos, héroes intocables ya para entonces. Al que sí critica, pero con mucho afecto y evidente dolor, es a Maximiliano. Aun así reconoce que era un hombre de sentimientos enormemente nobles, cualidades imperiales que no se cansó de resaltar a lo largo del libro.
En cuanto a la vida íntima de Maximiliano, no hace muchos comentarios al respecto, para desgracia de sus lectores que tanto habían esperado el libro. Dice, porque le dijeron, un poco de la vida adulterina del monarca, en Cuernavaca y en la Ciudad de México, pero él jamás asegura haber visto nada. Ni siquiera sobre los problemas maritales de Maximiliano y Carlota insinúa haber oído o visto algo. Se limita, como todos, a preguntarse las causas del más famoso fracaso matrimonial de esa época en México.
El libro está lleno de pequeñas y grandes anécdotas que en nada podían satisfacer curiosidades. Blasio evitó hablar casi siempre de política, no era su intención, se ve, levantar pasiones y menos contra él, un antiguo imperialista que por esa razón podía ser repudiado.
De lo que sí se entera el lector por Blasio es de las costumbres y gustos de Maximiliano, de su carácter bromista, de su amor por la naturaleza y, sobre todo, de su enorme bondad. Algo que Blasio no ocultó fue el gran cariño que él y Maximiliano se tuvieron, pero en ningún párrafo se aprecia que insinúe la homosexualidad, de ambos, que algunos historiadores algo extraviados sugieren.
Respecto a la prosa de Blasio…, poco bueno puede decirse. El hombre escribía muy mal, pero no se le puede criticar, porque él no lo ignoraba y lo dejó claro. Su intención fue escribir un libro como homenaje al que tanto hizo por él, no una obra literaria de belleza única. Y precisamente así lo han entendido quienes se han propuesto difundir Maximiliano íntimo, porque ha sido traducido al inglés, desde hace muchos años, y desde hace menos al alemán.
Hoy en día el libro se edita poco, a pesar de que en México es muy buscado. La última edición fue de la UNAM, en 1996, y actualmente está agotada. En cuanto a los libros de la primera edición de 1905, son hoy joyas de coleccionistas y se venden caros los que todavía andan por allí. No es un libro bien escrito, y tal vez tampoco imprescindible para entender la historia de México, pero en su género es único, por eso lo valoran tanto.