lunes, 10 de septiembre de 2012

El último príncipe del Imperio Mexicano


Exceso de trabajo y una gripe que se ha negado a marcharse pese a que de todo he tomado me han impedido escribir una reseña o algo que considere de interés en los últimos días. Ni siquiera he tenido ánimo para iniciar una nueva lectura y me he limitado a repasar mis libros favoritos.
Básicamente esta estrada es para hablar de uno de los libros que acabo de adquirir, mas no lo he leído aún. Se trata de El último príncipe del Imperio Mexicano, de la norteamericana C. M. Mayo. Fue escrito originalmente en inglés, y aunque su autora lleva, según la breve monografía  que figura en la solapa, más de dos décadas viviendo en México y es de suponer que habla el español mejor que yo, no hizo la traducción ella, sino Agustín Cadena.
De la existencia del libro me enteré hace ya algún tiempo y algo de interés tenía en leerlo. Pero con la enorme columna de libros pendientes que tengo ni siquiera había procurado hacerme de él. Sólo que me lo encontré en una librería recientemente y decidí sumarlo ya de manera más formal a mi lista de “libros que voy a leer en un futuro no muy lejano”.
¿De qué trata? Es algo así como una biografía novelada de la infancia de Agustín de Iturbide y Green, nieto del infortunado monarca que fue pasado por las armas después de haber probado por poco tiempo las mieles de la sangre real en sus venas. Precisamente después del fusilamiento de Agustín I, la familia se mudó al vecino país del norte, donde subsistió por años con la pensión que el gobierno de México pagaba religiosamente.
Allá uno de los hijos del Emperador, Ángel, se casó con una bella yanqui de nombre Alicia. Juntos procrearon a un niño que llevó el nombre de su imperial abuelo. Cuando Maximiliano llegó a México quería conformar una verdadera aristocracia en el país. Echó mano de los descendientes de su predecesor coronado tomando en custodia a sus dos nietos pequeños: Salvador, ya entrado en la adolescencia, y Agustín, que apenas daba sus primeros pasos.
Salvador fue enviado a Francia para convertirse en todo un militar de carrera mientras que Agustín se quedó en México junto a sus padres adoptivos y al cuidado de una tía suya. Mucho se ha dicho que Maximiliano quería que uno de esos dos niños, si se consolidaba el Imperio, fuera su sucesor, pero tal versión es bastante cuestionable. En realidad todo parece suponer que Maximiliano, al no tener hijos, tenía pensado que su heredero fue un Habsburgo, hijo de su hermano menor Carlos Luis. A los nietos de Iturbide los quería únicamente como los precursores de una aristocracia mexicana que él pretendía crear. El hecho de que les haya dado el titulo de príncipe a los dos no quiere decir en realidad gran cosa. En su país de origen, Austria, el titulo de príncipe era muy común en la nobleza, apenas por encima del de conde.
En fin que los Iturbide aceptaron gustosos darle a los niños a Maximiliano. Pero la madre del pequeño Agustín pronto se arrepintió y le imploró al Emperador que se lo devolviera. Sobre todo cuando el Imperio amenazaba con colapsar. Al obtener una respuesta negativa, y al ser ella norteamericana, pidió apoyo al gobierno de su país y de esa manera el niño causó todo un problema diplomático que le dio dolores de cabeza hasta a Napoleón III.
Cuando Maximiliano vio que su Imperio ya no tenía salvación, en una época en que no sabía si escapaba del país ingobernable o se quedaba a morir con el honor puesto, decidió que el niño le fuera devuelto a su angustiada madre, quien le rogaba en una carta tras otra que se apiadara de su dolor y le regresara a su hijo.
De esa historia y de ese niño, Agustín de Iturbide y Green,  trata este  libro. Por malas experiencias no me fío mucho de las novelas históricas incrustadas en los períodos más interesantes de la historia de México. Así que espero que ésta no termine decepcionándome y poder escribir después de leerla una reseña positiva recomendándola a los amantes del Segundo Imperio. Ya está bien, por principio de cuentas, que una escritora se haya ocupada de ese trocito de historia que otros apenas  mencionan en algunos párrafos de sus libros. 

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