Exceso de
trabajo y una gripe que se ha negado a marcharse pese a que de todo he tomado
me han impedido escribir una reseña o algo que considere de interés en los
últimos días. Ni siquiera he tenido ánimo para iniciar una nueva lectura y me
he limitado a repasar mis libros favoritos.
Básicamente
esta estrada es para hablar de uno de los libros que acabo de adquirir, mas no
lo he leído aún. Se trata de El último
príncipe del Imperio Mexicano, de la norteamericana C. M. Mayo. Fue escrito
originalmente en inglés, y aunque su autora lleva, según la breve monografía que figura en la solapa, más de dos décadas viviendo en México y es de
suponer que habla el español mejor que yo, no hizo la traducción ella, sino
Agustín Cadena.
De la
existencia del libro me enteré hace ya algún tiempo y algo de interés tenía en
leerlo. Pero con la enorme columna de libros pendientes que tengo ni siquiera
había procurado hacerme de él. Sólo que me lo encontré en una librería
recientemente y decidí sumarlo ya de manera más formal a mi lista de “libros
que voy a leer en un futuro no muy lejano”.
¿De qué
trata? Es algo así como una biografía novelada de la infancia de Agustín de
Iturbide y Green, nieto del infortunado monarca que fue pasado por las armas
después de haber probado por poco tiempo las mieles de la sangre real en sus
venas. Precisamente después del fusilamiento de Agustín I, la familia se mudó al
vecino país del norte, donde subsistió por años con la pensión que el gobierno
de México pagaba religiosamente.
Allá uno
de los hijos del Emperador, Ángel, se casó con una bella yanqui de nombre
Alicia. Juntos procrearon a un niño que llevó el nombre de su imperial abuelo.
Cuando Maximiliano llegó a México quería conformar una verdadera aristocracia
en el país. Echó mano de los descendientes de su predecesor coronado tomando en
custodia a sus dos nietos pequeños: Salvador, ya entrado en la adolescencia, y
Agustín, que apenas daba sus primeros pasos.
Salvador
fue enviado a Francia para convertirse en todo un militar de carrera mientras que
Agustín se quedó en México junto a sus padres adoptivos y al cuidado de una tía
suya. Mucho se ha dicho que Maximiliano quería que uno de esos dos niños, si se
consolidaba el Imperio, fuera su sucesor, pero tal versión es bastante
cuestionable. En realidad todo parece suponer que Maximiliano, al no tener
hijos, tenía pensado que su heredero fue un Habsburgo, hijo de su hermano menor
Carlos Luis. A los nietos de Iturbide los quería únicamente como los
precursores de una aristocracia mexicana que él pretendía crear.
El hecho de que les haya dado el titulo de príncipe a los dos no quiere decir
en realidad gran cosa. En su país de origen, Austria, el titulo de príncipe era muy
común en la nobleza, apenas por encima del de conde.
En fin que
los Iturbide aceptaron gustosos darle a los niños a Maximiliano. Pero la madre
del pequeño Agustín pronto se arrepintió y le imploró al Emperador que se lo
devolviera. Sobre todo cuando el Imperio amenazaba con colapsar. Al obtener una
respuesta negativa, y al ser ella norteamericana, pidió apoyo al gobierno de su
país y de esa manera el niño causó todo un problema diplomático que le dio
dolores de cabeza hasta a Napoleón III.
Cuando
Maximiliano vio que su Imperio ya no tenía salvación, en una época en que no sabía si escapaba del
país ingobernable o se quedaba a morir con el honor puesto, decidió que el niño
le fuera devuelto a su angustiada madre, quien le rogaba en una carta tras otra que se apiadara de su dolor y le regresara a su hijo.
De esa historia y de ese niño, Agustín de Iturbide y Green, trata este libro. Por malas experiencias no me fío mucho de las novelas históricas incrustadas en los períodos más interesantes de la historia de México. Así que espero que ésta no termine decepcionándome y poder escribir después de leerla una reseña positiva recomendándola a los amantes del Segundo Imperio. Ya está bien, por principio de cuentas, que una escritora se haya ocupada de ese trocito de historia que otros apenas mencionan en algunos párrafos de sus libros.
De esa historia y de ese niño, Agustín de Iturbide y Green, trata este libro. Por malas experiencias no me fío mucho de las novelas históricas incrustadas en los períodos más interesantes de la historia de México. Así que espero que ésta no termine decepcionándome y poder escribir después de leerla una reseña positiva recomendándola a los amantes del Segundo Imperio. Ya está bien, por principio de cuentas, que una escritora se haya ocupada de ese trocito de historia que otros apenas mencionan en algunos párrafos de sus libros.
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