viernes, 14 de septiembre de 2012

Oro, caballo y hombre – Rafael F. Muñoz


Ayer subí una reseña del magnifico aunque escalofriante relato La fiesta de las balas, que es una excelente obra para comprender lo que es y lo que no es una revolución, proceso donde las vidas valen lo que los caudillos quieren que valgan guiados por su estado de ánimo.
Oro, caballo y hombre es otro relato que tiene como protagonista a Rodolfo Fierro, precisamente en los minutos previos a su muerte en una laguna cerca de Casas Grandes, Chihuahua, el 13 de octubre de 1915. El autor es Rafael F. Muñoz y aun con lo mucho que me gusta su biografía de Santa Anna (de la que ya hablé aquí), debo decir que este relato hace aguas si no por los cuatro lados cuando menos por tres.
Muñoz consiguió retratar con fidelidad el carácter que le suponemos a Fierro. Y sospecho que su relato generó la leyenda que dice que el hombre se ahogó después de que a su caballo se lo tragaron las arenas movedizas, porque los historiadores se inclinan por creer que lo mató el caballo al caerle encima, aunque esta versión, la oficial, poco se escucha. He llegado a pensar que era tanto el odio que había sembrado Fierro a su alrededor que sus enemigos quería imaginarlo luchando con la desesperación del futuro ahogado, un final mucho más propio para él que el simple hecho de morir instantáneamente aplastado por un caballo.
En el relato, Fierro, burlón nato del miedo y de peligros aparentemente menores, no hizo caso de los consejos de sus acompañantes al empeñarse en cruzar la laguna cuando había un lugar más seguro por donde ir. Cuando vio que  tenía sobradas posibilidades de irse al fondo de la laguna, pidió a sus compañeros, después de maldecirlos por querer darle consejos, que le salvaran la vida, prometiendo en compensación el oro que llevaba encima.
Los villistas, que siempre habían temido al Carnicero por su tendencia a matar sin motivos y sin discriminar a nadie, y también porque era el niño consentido del Centauro, le lanzaban sus reatas con muy pocos deseos de que cayeran al alcance de sus manos. Todos lamentaron la pérdida del caballo y del oro, pero nadie dijo una palabra sobre la suerte de Fierro.
El relato, sin ser malo, no se puede comparar con el que mencioné ayer. Se ve que Muñoz era un escritor con más talento en obras de largo alcance, como dejó bien demostrado con El dictador resplandeciente y ¡Vámonos con Pancho Villa!, ensayo el primero y novela la segunda que ya son clásicos de la literatura mexicana del siglo pasado.

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