viernes, 5 de octubre de 2012

Carlota de México – Susanne Igler


Sin duda, y a pesar de que no fueros mexicanos por nacimiento, Maximiliano y Carlota son de los personajes más atractivos de la historia de México. Biografías sobre ellos, juntos y por separado, novelas históricas y  ensayos sobre el Imperio, se publican con frecuencia. Es un tema al parecer inagotable que satisface tanto a historiadores como a lectores.
La última biografía que leí sobre Carlota es de Susanne Igler, una autora de nacionalidad alemana que se ha especializado en el Segundo Imperio. El libro merece la pena, aunque nos ofrece a la Carlota de siempre, la que conocemos por libros que se escribieron poco tiempo después de que abandonó México.
Carlota era un ejemplo admirable de lo mejor de la aristocracia. Se sentía no sólo destinada a gobernar, sino también obligada a hacerlo. Ella, desde su punto de vista, tenía que gobernar un pueblo, un pueblo al que incluso no la ligara nada, porque no importaba que nada la ligara, su justificación no era la voluntad de ese pueblo, únicamente el simple hecho de que ella era la hija de un rey.
Pertenecía a la raza a la que Dios le había dado no el privilegio de gobernar, sino la responsabilidad de hacerlo. Carlota creía ciegamente en esa máxima que ya en su tiempo se estaba convirtiendo en un anacronismo. Pero las ideas revolucionarias de los pensadores de entonces para ella no tenían la menor importancia. Era la hija de un rey que gobernaba, y muy bien, un país en el que no había nacido, ¿qué mejor prueba podía tener del destino que la aguardaba?
Ya como emperatriz de México, Carlota fue un ejemplo de disciplina, de vocación para gobernar y también de buenas intenciones. No fueron pocos los que desearon que ella hubiera sido el hombre dentro de la pareja imperial. Y aún son muchos los que piensan que de haber sido así, el Imperio habría sobrevivido.
Aparte de la mujer inteligente, enormemente culta, disciplinada en extremo y políglota, Igler también nos recuerda que Carlota era una mujer que necesitaba ser amada y cumplir su papel de emperatriz dándole príncipes a su Imperio, tarea que no logró y por la cual se sintió muy desdichada.
Si Maximiliano se enamoró de México por cómo el país fue con él, Carlota lo hizo porque sentía que era su obligación; si hubiera llegado a gobernar Colombia habría igualmente amado a su país, no por sentimentalismo, sino porque ése era su deber de aristócrata, la misión que Dios le había encomendado y sobre la cual tendría que rendirle cuentas.
No me ha decepcionado la biografía que de la emperatriz escribió Susanne Igler. Hay desde luego libros mucho más completos sobre Carlota, pero sin duda éste merece estar en la biblioteca de cualquier amante de la historia de México.

3 comentarios:

  1. Sr. Pablo, felicidades por su publicacion, usted que a estudiado la historia de Mexico podrá desirme qué es la peor desgracia que nos pudo haber sucedido a los Mexicanos? Para mí ,es haber sido conquistados por un reynado tan fanatico al catilicismo, no sé usted que piense? Por su atencion muchas gracias, Julio.

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  2. Sr. Pablo, felicidades por su publicacion, usted que a estudiado la historia de Mexico podrá desirme qué es la peor desgracia que nos pudo haber sucedido a los Mexicanos? Para mí ,es haber sido conquistados por un reynado tan fanatico al catilicismo, no sé usted que piense? Por su atencion muchas gracias, Julio.

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  3. Sr. Pablo, felicidades por su publicacion, usted que a estudiado la historia de Mexico podrá desirme qué es la peor desgracia que nos pudo haber sucedido a los Mexicanos? Para mí ,es haber sido conquistados por un reynado tan fanatico al catilicismo, no sé usted que piense? Por su atencion muchas gracias, Julio.

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