jueves, 11 de octubre de 2012

El príncipe de la soledad – Adam J. Oderoll


Pocos placeres de la vida se pueden contar sin ruborizarse. Tomar un buen café es uno de ellos, pasar una tarde de verano contemplando el atardecer sin miedo a que el teléfono suene es otro, y leer una excelente novela probablemente sea el mejor de todos. Ese viejo placer me lo ha dado esta semana El príncipe de la soledad. Al leer el último párrafo aún no podía creer que fuera tan buena, de esas novelas a las que no les falta ni les sobra nada. Aunque… en realidad sí le falta algo: una segunda parte.
Pero ¿qué tiene El príncipe de la soledad que es una novela tan, tan buena? Creo que lo principal es que se trata de una historia que engancha, que no invita sino obliga a seguir leyendo. Hace incluso que por la mañana, antes de ir al trabajo, den ganas de leer un poco, aunque sea sólo un poco, para saber cómo termina ese capitulo tan brillantemente lleno de misterios.
Porque es precisamente con misterios -que el autor es un experto en crear- con lo que la novela obliga a uno a no quitarle los ojos de encima. Pero también encontramos a personajes enormemente interesantes -gracias a sus misterios, cierto- que tienen detrás de sí, y delante, historias muy bien logradas, aparte de sus carácteres, nada típicos en las novelas de hoy.
De todos los personajes, el que más me cautivó, y por lo que he leído también a otros lectores, es Albram Dorogant, uno de los seis jueces del Círculo. ¿Y qué es el Círculo, para empezar? En el centro de una milenaria ciudad hay un enorme bosque en el que curiosamente a nadie le pasa nada aun cuando no hay nadie que lo vigile. Los habitantes de Berglora, la ciudad, poca o ninguna importancia le dan al hecho, pero hay un joven, Baon, muy serio y diferente a todos, que tiene casi la seguridad de que en el bosque habitan seres que se encargan de que no pase nada.
Para fortuna de nosotros los lectores, Baon tiene razón. En el bosque está la entrada al Círculo, pero nadie puede entrar allí, a menos que quienes allí viven lo lleven. Los gobernantes del Círculo, los aristócratas,  nunca han necesitado nada de los que viven afuera, pero las cosas para ellos han cambiado, y repentinamente se dan cuenta de que sí necesitan algo de los inferiores: su sangre.
Baon es el primero en darse cuenta de que personajes muy peligrosos andan merodeando por el bosque, y a la vez de que allí habitan unos fieros lobos que los inferiores no pueden ver, excepto él, que extrañamente atacan sin ninguna piedad a todo aquel que se atreve a salir del Círculo.
Cuando los aristócratas envían a sus siervos al bosque a llevarles víctimas, Baon, su mejor amigo, Gaen, y la chica de sus sueños, Lile -hermana de Gaen-, terminan dentro del Círculo, enfrentados por azares del destino al joven y temperamental juez Albram Dorogant, un hombre muy misterioso, que poco tiene que ver con los aristócratas y que no es lo que aparenta al principio, ni después.
Pero también hay una guerra, con espadas, que exige honor, en la que Albram participa con su ejército, riéndose de todos y sin aclarar nunca, a pesar de ser uno de los seis jueces, de qué lado está ni qué busca. De hecho mucho de lo interesante de la novela se desprende del doble juego que se traen varios personajes. Albram no es el único que se la pasa envuelto en sus misterios, pero quizás los suyos son los que guardan las mejores sorpresas.
Pues éste es El príncipe de la soledad, una novela fascinantemente bien trazada, bien estructura, con tantos misterios como la más brillante de las novelas policíacas, pero también llena de originalidad. Y algo tal vez aún mejor es que quien lo desee puede empezar a leerla ya sin pagar por ello, bajándola GRATIS del blog del autor. Yo la recomiendo ampliamente, muchos se sorprenderán de lo buena que es. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario