jueves, 4 de octubre de 2012

Memorias – princesa Inés de Salm-Salm


La autora

Algunas veces, siendo adolescente, al leer libros de historia de México me causaban mucha curiosidad unos párrafos donde se hablaba de una princesa norteamericana que se había hincado ante Juárez para convencerlo de que perdonara a Maximiliano. Y es que asociar un titulo íntegramente monárquico como el de princesa a la república por antonomasia, como son los Estados Unidos, no deja de ser curioso.
Después encontré  la explicación a todo aquello. La princesa nació con el nombre de Agnes Leclerc Joy, en 1844, como ciudadana norteamericana y sin tener nada de sangre noble en sus venas. El titulo de princesa le vino muchos años después por su matrimonio. Durante la guerra civil en los Estados Unidos, emigró a ese país un príncipe alemán sin fortuna y con deudas llamado Felix zu Salm-Salm. Se enamoró de Agnes y se casaron en agosto de 1862. Al terminar la guerra civil Felix ya había alcanzado el rango de general de brigada sirviendo en el ejército del Norte. Pero sin actividad en los campos de batalla sabía que su carrera allí se estancaría y era un hombre muy ambicioso, siempre en busca de aventuras.
Felix emigró a México y ofreció sus servicios a Maximiliano, quizás pensando que entre alemanes habría buen entendimiento. El emperador lo ignoró por algún tiempo, le resultaba antipático, pero cuando se vio en la necesidad de atrincherarse en Querétaro para salvar ya no su imperio sino la vida, Salm-Salm se convirtió en uno de sus hombres de confianza, debido, no en menor parte, a su gran valor, del que a nadie le quedó duda.
Cuando la ciudad cayó en manos del general Mariano Escobedo, Salm-Salm fue hecho prisionero junto con Maximiliano, entonces su mujer, Agnes, conocida en México por su nombre traducido al español, Inés, cobró gran relevancia por su lucha desesperada para salvar al emperador y a su esposo. Inés anduvo de un lado a otro entrevistándose con personajes importantes de la época, militares y políticos;  fue recibida varias veces en San Luis Potosí por el presidente Juárez y también ideó un plan de fuga para favorecer a Maximiliano que no pudo llevarse a cabo. Todas estas acciones le acarrearon gran fama en México, buena y mala. La buena se debió a sus esfuerzos por salvar la vida de Maximiliano y la mala a que sus acciones pusieron incluso en duda su fidelidad a su esposo, ya que al parecer se desnudó frente a un coronel republicano para que la apoyara en sus planes.
Gracias a que Felix había sido general de brigada en el ejército del Norte, y a que Juárez les debía más de un favor a los yanquis, no lo fusiló y a los pocos meses de la muerte del emperador lo dejó en libertad. El matrimonio finalmente no sacó ninguna ventaja económica de su estancia en México, la misma que debido a su precariedad les interesaba mucho. Ya en Europa pensaron detenidamente sobre cuál sería la mejor manera de lucrar con aquella aventura. No había de otra más que escribir sus memorias. Un libro escrito por alguien que había estado junto al emperador en sus últimos días era para los ociosos cortesanos europeos una lectura imprescindible. Las memorias de Felix y Agnes venían a ser algo similar a una continuación de Harry Potter en estos tiempos, guardando las distancias, claro.
Para multiplicar las regalías, cada uno escribió sus memorias, y, como habían pensado, los libros fueron bien recibidos y se vendieron mejor que el pan caliente. Pero no pudieron disfrutar mucho de esos beneficios, porque Felix, militar y alemán antes que todo, se enroló en el ejército prusiano que combatiría contra Francia y en una batalla perdió la vida, dejando a su joven y hermosa esposa completamente sola. Ella moriría muchos años después, en 1912, cuando México, el país donde había pasado su gran aventura, estaba sumergido en una nueva y más sangrienta guerra civil.

El libro

Apenas dos años después del fusilamiento de Maximiliano, las memorias de Agnes fueron traducidas del alemán al español y publicadas en México con el titulo de Apuntes del diario de la princesa Inés de Salm-Salm. El libro en realidad no es un diario, son sus memorias desde que empezó su aventura en tierras mexicanas hasta que se marchó rumbo a Europa.
Agnes habla de sí misma con una amanzana indomable, inmune al sueño y al cansancio. Sin que nadie se lo pidiera, su primera aventura fue tratar de lograr un acuerdo entre los austriacos que defendían la ciudad de México a las órdenes de Leonardo Márquez y el general sitiador Porfirio Díaz. Después sus aventuras se trasladaron a Querétaro y a San Luis Potosí, viajando de una ciudad a otra varias veces para poder salvar la vida de Maximiliano y de su esposo.
Detalla su plan para la huida de Maximiliano y asegura que se habría realizado de manera exitosa si los representantes extranjeros hubieran puesto a su disposición dinero líquido para sobornar a los desconfiados oficiales juaristas. Sobre los representantes de Bélgica y Austria dejó caer graves acusaciones que arruinaron para siempre la carrera diplomática del austriaco, el barón Lago. Sólo un ministro recibió sus elogios, el representante de Prusia, Anton von Magnus, pero Agnes siempre se cuidó de colocar sus esfuerzos por encima de todos los demás interesados en salvar a Maximiliano, con la esperanza de ser bien vista por el emperador de Austria, Francisco José I.
Sin embargo, las memorias de Agnes se contradicen con las de otros personajes de la época y algunos historiadores cuestionan sus buenas intenciones. Si bien es cierto que se arriesgó mucho para salvar al emperador, sabía claramente que por ser mujer Juárez no se iba a atrever a fusilarla y quizás ni a encerrarla ya que era norteamericana y él debía al vecino país del norte no pocos favores.
Aunque en 1869, cuando se publicó en español el libro de Agnes, los editores en el prologo aseguraron que era un documento imparcial y que merecía credibilidad, con el tiempo se ha descubierto que la advenediza princesa mintió todo lo que pudo para poder entrar como una heroína en las cortes europeas. Aun así nada le quita que era una mujer con carácter y muy decidida, que no titubeaba al momento de tomar una resolución y que hizo cosas que evidentemente pocas se hubieran atrevido a hacer.
El libro de Agnes, aun si no merece toda la credibilidad que ella hubiera querido, tiene pasajes muy interesantes sobre lo que ocurría aquellos días en México, previos al fusilamiento de Maximiliano; la princesa detalla muy bien el comportamiento de los militares, de los de menor rango y de los dos más encumbrados generales juaristas, Porfirio Díaz y Mariano Escobedo. También detalla la forma de actuar de los políticos, de los representantes de las potencias europeas ante el extinto Imperio, de los ministro republicanos y del propio Juárez. La princesa escribió que cuando se echó a los pies presidenciales para implorar clemencia para el emperador, Juárez tenía los ojos mojados. Es difícil imaginar así a un hombre que parecía, por dentro y por fuera, de piedra. Quizás Agnes mintió para probar que un poco logró conmover al presidente, pero, en resumen, su libro vale la pena y es muy recomendable para todos los que se interesen en el Segundo Imperio y sobre todo en los últimos días de vida de Maximiliano. 

Lee otra reseña: El príncipe de la soledad

2 comentarios: